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El fuego y la belleza de tu Ser no tienen límite.

¿Qué opinas al leer esto?, ¿estás de acuerdo? ¿Sí? ¿O tal vez te parezca una tremenda chorrada?

La frase luce en un cuadro junto a una foto del Monte Shasta. Este cuadro se halla en una estancia homónima a la foto: la sala Monte Shasta. Tal vez lo sepas, este monte se encuentra en California. Es en realidad un volcán durmiente y es considerado un lugar sagrado desde tiempos inmemoriales por las tribus locales. “El señor del otro mundo”, así lo llaman los pueblos autóctonos.

Yo no he estado en California, no conozco el volcán, así que de momento me conformo con ir a la sala Monte Shasta y observar su foto colgada de la pared. Bien. ¿Y dónde está la sala Monte Shasta? En El Hogar del Sol. ¿Y qué es El Hogar del Sol? Vamos allá.

Empezaré diciendo que es un lugar muy particular. Y que se encuentra en Ardanaz de Egüés, un pueblecito (de poco más de 50 habitantes) de un valle anexo a la cuenca de Pamplona. Allí, un hombre llamado Carlos Samuel tuvo una vez un sueño. Y decidió que era posible hacerlo realidad.

Invocó el fuego y la belleza de su ser, y construyó una casa. Fue un proceso largo y laborioso, por supuesto, pues empezó de cero. Desde los cimientos. En efecto, tuvo que lidiar con multitud de opiniones contrarias, problemas y todo tipo de contratiempos. No obstante, él confió en darle forma a lo que tenía en su mente. Mejor dicho, en su corazón. Y poco a poco, fueron llegando las personas adecuadas, las cuales hicieron lo que se tenía que hacer. Fue una labor colectiva en pro de un bien común. Las dificultades fueron solventándose y la creación fue tomando forma. Y así se hizo realidad.

Recuerdo la primera vez que fui.

Fue hace casi diez años, al poco de volver de Camerún. Mi amiga Alicia me había contado que un amigo suyo estaba construyéndose una casa a las afueras de Pamplona. Me había dicho que era un lugar especial, tanto como su dueño. Y yo, que soy curioso por naturaleza, le pedí que por favor me llevara allí.

Así empezó la cosa, de casualidad. ¿O más bien causalidad? ¿Existen las casualidades, o se trata de causalidades?

Como sabes, estudié psicología. Lo hice, no por vocación, sino por un impulso personal, egoísta, podría decirse. Lo hice por la necesidad de encontrar respuestas a las preguntas que mi mente me hacía. Recuerdo los primeros años, cuando me tocaba estudiar los experimentos conductistas de Pavlov, Skinner y compañía. Lo típico, el perro que saliva cuando suena la campana porque la asocia a su almuerzo. O la paloma que aprendía a picotear un disco para obtener una recompensa. Mi mente estaba hambrienta de conceptos y aquellas propuestas sobre el condicionamiento de la conducta me saciaban por momentos. Sin embargo, algo me hacía plantearme dudas. Dudas, del tipo: ¿es posible reducir toda conducta a una simple asociación estímulo-respuesta? ¿Es así de simple?

Sólo sé que no sé nada. Sea como fuere, en aquel entonces, para mí, la ciencia era la única verdad. El único camino. En aquella época, no le hacia mucho caso a mi intuición, y la lógica racional se imponía. Así pues, en ese sentido, lo lógico era dar por verdaderos aquellos planteamientos. En ese sentido, lo lógico era estudiar dichos planteamientos para aprobar unos exámenes y así sacarse un título. En ese sentido, lo lógico era sacarse un título para así cumplir con nosecuáles mandatos establecidos y convertirse en alguien de provecho. Bien. Listo. Fácil. Sencillo.

Ya está. No te compliques la vida. Ahora, búscate un trabajo, contribuye, paga tus impuestos y cumple como ciudadano que eres.

Sí, lo sé. Pero es que…

¡Que no te compliques la vida!

Ya… Pero es que…

¡¿Es que, qué?!

Pues no sé… ¿Todo se reduce a una simple asociación estímulo-respuesta? ¿Todo se reduce a picotear un disco para obtener una recompensa? ¿No hay nada más que eso?

Algo no me cuadraba… Si todo era tan sencillo, ¿cómo es que había tanto sufrimiento en el mundo? Y sobre todo, ¿cómo es que había tanto sufrimiento en mi mundo? ¿Qué pasaba con mis neuras y mis traumas?, ¿eran simplemente el resultado de un condicionamiento (digamos) un poquito disfuncional? ¿Así de fácil?

Pues sí. En realidad, todo es fácil y sencillo. Es verdad. Lo que pasa es que todo es fácil y sencillo siempre y cuando sigas el camino del corazón. ¿Cómo? ¿Qué te has fumado? En aquel momento, yo no comprendía nada de esto. Pero algo comenzaba a despertarse en mi interior. No podía negarlo. Había algo más. Al margen de la orientación cognitivo-conductual que me proponían en la facultad, comencé a interesarme por otros temas. Recuerdo que me encantaba ojear los libros de antropología cuando iba a la biblioteca de la UNED. Mi miraba se desviaba de mis apuntes y exploraba traviesa otros mundos. Era incontrolable. Había algo en el estudio de aquellas culturas que me atraía de forma irresistible. Culturas humanas, como la nuestra, y al mismo tiempo, tan lejanas y tan diferentes. Y tal vez por eso, merecía la pena dedicarles unos minutos. En aquellos libros descubrí culturas ancestrales, milenarias, que veían el mundo de otro modo y que de algún modo tenían una mayor conexión con el medio. Joder, vaya, vaya con el hippy… Sin ir más lejos, leer a Castañeda fue un refugio entre examen y examen. Sin yo saberlo, ¿acaso el chamanismo se estaba haciendo un hueco?

¿Cómo?, ¿has dicho chamanismo? ¿De qué va eso?

Entonces, sentí que era el momento de dar otro paso más y de explorar de manera práctica. Más que un paso, fue un pasito. Tampoco me fui muy lejos. Descubrí una escuela en Inglaterra que satisfizo mi búsqueda durante unos años: la Native Awareness School. Allí viajé a menudo entre mis 26 y mis 30 años. Hice buenos amigos y por encima de todo, descubrí un mundo nuevo. Se trataba de unas vivencias profundas y fascinantes, que la facultad no me ofrecía. Algo que en principio no seguía los dictados del cientificismo lógico, pero que para mí era real. Muy real. Aquello era algo que me hacía sentir vivo. Fueron mis primeros pinitos con las habilidades primitivas y de conexión plena con la naturaleza. Una puerta se abría ante mí. Y así, siguiendo por ese camino, descubrí mis primeras prácticas chamánicas: el temazcal (sweat lodge) y la búsqueda de la visión (vision quest).

Fueron unos años especiales que ahora recuerdo con cariño. Afortunadamente, también descubrí que en mi tierra había propuestas interesantes y personas que seguían ese camino. No hacía falta tomar un avión. Fue una gran alegría descubrir la Mokorreko Borda en el pueblo de Etxalar. Jone, Jochen, siempre que he ido a veros, me habéis recibido con amor, respeto y cariño. Desde aquí os doy las gracias y os animo a que continuéis con vuestra gran labor.

¡Oye! ¡No te vayas por los cerros de Úbeda, que te olvidas del hablar del chamanismo! Ah, sí… Vamos a ver, ¿por dónde empiezo? Esto… Es que es un tema tan amplio y complejo que ya si acaso otro día lo abordamos de manera genérica. De momento, casi mejor avanzamos en lo que nos toca hoy:

¡El Hogar del Sol!

Retomamos el tema central. ¿Y qué se hace en El Hogar del Sol?

Básicamente, Samuel celebra encuentros variados, enseña su danza solar, da conciertos de cuencos tibetanos y baños de gong, cuenta sus muchas, variadas y alucinantes experiencias vividas… Comparte todo tipo de experiencias encaminadas a desarrollar el esplendor que habita en todos los seres. En todos y cada uno, sin excepción. Y por eso, cada día es una fiesta, una celebración. Estuve hace poco celebrando un Inipi solar, una de sus frecuentes ceremonias de fuego y piedras ardientes.

¿Qué es el Inipi solar de Carlos Samuel? Un ritual mágico. Una experiencia de purificación y conexión con la tierra, con los elementos y con el esplendor del Sol. Sí, estamos hablando de una sauna de vapor ancestral, comúnmente llamada temazcal. Éste es un término que proviene del náhuatl y que significa literalmente “casa del sudor». Así pues, es una ceremonia ancestral. Esta ceremonia en sí se ha transmitido a través de la tradición nativoamericana, pero en realidad representa la manera en la que todas las culturas antiguas se purificaban a través del calor. De hecho, en la península ibérica podemos encontrar los restos de los habitáculos en donde se realizaban estas prácticas en las ruinas de algunos poblados íberos. Básicamente, es una sauna primigenia. Te introduces en una cabañita de pequeño tamaño, y te preparas para sudar. ¿Cómo se logra el efecto sauna? Se introducen las piedras que han estado al fuego durante horas (literalmente están al rojo) y se les vierte agua. Al rociar el agua infusionada sobre ellas, ésta se evapora al instante, produciéndose el vapor caliente y por consiguiente, el efecto sauna. En esencia es muy sencillo.

Dentro, y durante unas cuantas horas, compartes el calor, la oscuridad y también la incomodidad que todo ello conlleva. Hay momentos para el silencio, momentos para cantar y momentos para compartir con la palabra. Te entregas, para morir y renacer, para dejar atrás lo que ya no es y transmutarlo. Para que un nuevo yo resurja literalmente cual ave fénix, lleno de esplendor y belleza.

¿Qué te parece? ¿Cómo lo ves? A veces hay gente que me pone cara rara cuando trato de explicarlo. Entiendo que es algo que quizás hoy día, con nuestra mirada civilizadora, pueda parecer grotesco. Me da igual. Personalmente, siento que depuro muchísimo, tanto a nivel físico como mental. Huelga decir que los beneficios de la sauna son numerosísimos, incontables. Y este es su origen. Como digo, es un renacimiento en todos los sentidos. De hecho, cuando salgo, me siento ligero, amoroso y conectado. Conmigo mismo, con las personas con las que lo he compartido, y con toda la existencia. Éste es mi testimonio. Para mí tiene todo el sentido del mundo. Así que, desde aquí, muchas gracias a quienes habéis mantenido viva esta tradición milenaria a lo largo y ancho del mundo.

En las incontables ocasiones en que he estado en El Hogar del Sol, ya sea para llevar a cabo esta ceremonia, para danzar, celebrar la vida, reír o compartir buenos momentos, he conocido gente muy diversa, de diferente procedencia, edad, condición, estatus… A algunas de esas personas, las he vuelto a ver. A otras no, y tal vez nunca lo vuelva hacer. Tampoco importa. Si se vive plenamente cada momento, ¿qué más da? En mi memoria y en mi alma se quedan grabadas los buenos momentos vividos. Se quedan grabadas el compartir y la conexión a nivel profundo. Y lo grandioso es que esto lo he experimentado todas y cada una de las veces que he ido allí. Siempre que voy, salgo con la sonrisa en el rostro, el corazón abierto y el alma plena. Me siento comprendido, respetado y amado. Cada vez que voy, siento que saco la mejor versión de mí mismo. Por eso no me cansaré de repetirlo: el Hogar del Sol es un lugar mágico.

Carlos Samuel, te admiro como amigo y Maestro. Eres un alma libre, un espíritu indómito. Un verdadero guerrero de la luz. Un hombre generoso e íntegro, de quien aprender mucho. Me encanta tu carácter jovial y alegre, y en verdad creo que estás bendecido pues vives como lo hacen los niños pequeños: en la plena consciencia del momento presente.  

Así pues, muchas gracias, Samuel. A veces me olvido de la suerte que tengo de que hayas construido este Hogar tan cerca de donde vivo. Nunca podré agradecértelo suficiente. Gracias por ser una luz, Samuel. Gracias por mostrarnos el camino verdadero, libre de dogmas e imposiciones, en el que la libertad y la pureza predominan por encima de todo: el camino del corazón.

Sin lugar a dudas, el fuego y la belleza de tu ser no tienen límite.

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