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En este momento estás viendo Los lirios del campo

En la foto, tienes a tres terapeutas de reconocido prestigio: Neli Yanci, Salomon Sellam y Txumari Alfaro.

Bueno, en realidad no. Realmente, quienes aparecen en la imagen son sus alter egos: María, un servidor e Íñigo. La foto, tomada en junio de 2012, capta el momento en que les hicimos una pequeña imitación a modo de homenaje. Aquella fiesta fue la guinda a un encuentro terapéutico de varios días que tuvo lugar en el camping de la Sierra de Urbasa. Fue un retiro de una semana, donde pudimos poner en práctica lo que habíamos estado estudiando a lo largo de todo ese curso. En efecto, éramos alumnos de la formación en psicosomática clínica que había venido impartiendo Salomon. Aquél fue su primer año de formación aquí, o sea, éramos la primera generación, y para mis compis y para mí, era todo un acontecimiento.

La verdad es que tengo muy buenos recuerdos de aquella experiencia. Nos juntábamos una vez al mes en el salón de actos del instituto que tienen los Salesianos en Pamplona. Como decía, fue hace 12 años, o sea, un año antes de irme a Camerún por primera vez. Ha llovido bastante desde entonces. Tanto, que dicho instituto ya no existe. Lo derribaron y en su lugar han construido un par de torres para viviendas.

Me enteré de la propuesta a raíz de que me lo comentara Ángel García, experto en medicina china. Me pasó la información al respecto poco antes que comenzara y se me despertó la curiosidad. El año anterior, había hecho una formación en la SEMPyP (Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia) con el Dr. José Luis Marín, me había gustado y sentía que quería profundizar en el asunto. Así que no quería desaprovechar la oportunidad que me ponían en bandeja en ese momento, de manera presencial y en casa, y me apunté. Después, se lo comenté a María e Íñigo, y se animaron también. Admito que fue un alivio para mi saber que iba a estar acompañado por mis dos amiguis. Así pues, desenvainamos nuestros estoques, y al grito de “¡Todos para uno, uno para todos!», nos lanzamos cual trío de psicomosqueteros en pos de una nueva aventura. Esta vez, se trataba de una muy particular: ¡Las enseñanzas de Salomon!

Dicho así, parece algo bíblico y todo, ¿verdad?

Bueno, al caso. Como decía antes, una vez al mes, nos juntábamos todo el fin de semana. Éramos un grupo nutrido, unas 40 personas, venidas desde distintos lugares. Había de todo, desde una ginecóloga hasta un astrólogo, incluyendo profesionales de la nutrición, alquimistas, terapeutas de todo tipo… Era fascinante la amalgama de personajes que nos juntábamos allí, en un ambiente distendido y familiar. Salomon, además de ser un médico de grandes conocimientos y exquisita oratoria, también tiene un punto cachondo que se transmite a sus grupos. En cuanto a su bagaje profesional, tras ejercer la medicina convencional en Francia, y habiéndose realizado un largo psicoanálisis (de esos de diván y todo), decidió profundizar en los caminos que unen el cuerpo, el alma y las emociones. Así pues, desarrolló su propio método, y tras ver el gran éxito que estaba logrando, decidió compartir sus enseñanzas. De esta manera, hacía su gran aportación al mundo: la Psicosomática Clínica Humanista. He ahí, ¡Salomón en todo el esplendor de su gloria!

¿Y esto en qué consiste? Básicamente, es el resultado de unir tres corrientes: el psicoanálisis tradicional, la biodescodificación y el enfoque transgeneracional. El primero, todo el mundo lo conoce, ¿verdad? Así que no entraré ahí. Dejamos a Freud disfrutando de un buen habano, como acostumbra, y seguimos adelante. Las otras dos, tal vez no sean tan conocidas para el público en general. Vamos pues a desgranar estas dos propuestas.

La biodescodificación es una corriente que surge en Francia a finales de los 90 del siglo pasado, principalmente a raíz del trabajo del doctor Hamer. Este hombre, de nombre completo Ryke Geerd Hamer, fue un médico internista y teólogo alemán. Nació en 1935 en el estado de Renania, y se puede decir que su vida era aparentemente normal hasta un día en que todo cambió de manera abrupta. Era un cálido día de verano de 1978 cuando su hijo Dirk, de 19 años, murió tiroteado a manos de Víctor Manuel de Saboya. Tal vez te suena este nombre, pues este tipo, que fue hijo del último rey de Italia, falleció el pasado 3 de febrero sin haber sido condenado por lo que hizo. Sea como fuere, al poco de fallecer Dirk, su padre y su madre desarrollaron sendos cánceres. Su padre desarrolló uno testicular. Su madre, Sigrid Oldenburg, también doctora, fallecería siete años después a causa de su propio proceso neoplásico.

Estos sucesos llevaron al Dr. Hamer a reflexionar y plantearse si tal vez había una relación entre el hecho de perder a su hijo de manera tan traumática (asesinado y sin que la justicia hiciera ningún tipo de reparación al respecto) y los tumores de su esposa y el suyo propio. Por ello, se dedicó a investigar en el hospital en el que trabajaba a lo largo de los años siguientes y halló sorprendentes correlaciones. Numerosos pacientes suyos habían desarrollado un determinado tipo de cáncer poco después de sufrir un hecho traumático concreto.

Lo que a continuación sucedió, todo lo que vino en los años posteriores, excede el propósito de este post. Si tienes curiosidad, te invito a que busques información y a que saques tus propias conclusiones sobre la llamada Nueva Medicina Germánica y sobre su descubridor. No es mi labor aquí ensalzar ni juzgar a este hombre, sino simplemente darlo a conocer. Por lo demás, somos todos humanos y cometemos errores.

Por cierto, en youtube hay una entrevista suya que le hicieron en TVE en 1995. Corresponde al programa Preguntas y respuestas, y se titula “Dr Hamer – El origen del mal (TVE 1995)». Te dejo el enlace por si quieres verla:

Sigo adelante con la historia. A finales de los 90, seguidores suyos franceses, a partir de sus descubrimientos, diseñaron unos protocolos para que pudieran usarse en terapia. Estos protocolos son los pasos a seguir para guiar al paciente. ¿Guiarlo adónde? Se trata de guiar al paciente hasta el resentir profundo de dicha emoción asociada al trauma. Es decir, ayudar a que la persona sienta de nuevo esa emoción y conecte con ese sufrimiento enquistado. Se trata de darle espacio a ese sufrimiento que el cuerpo está gritando en silencio para así permitir expresar lo que haga falta: agresividad, llanto, dolor… Y todo ello en un contexto terapéutico seguro para la persona, donde pueda sentirse acogida.

A nadie le gusta sentir dolor, sea del tipo que sea. Es la verdad. Es más fácil tomarse una pastilla y no querer mirar ahí donde duele. Lo sé. Lo entiendo. La pregunta es, ¿qué opción es la más consciente?

En este momento, retomo lo hablado en el post anterior. En concreto, regreso a esa conmovedora escena de Secretos del corazón, cuando Javi, el niño protagonista, está hablando con su tía y ésta le dice que “hay cosas que te golpean por dentro, y duelen mucho más que los golpes… Ojalá que esto no tengas que entenderlo nunca.” ¡Bravo por esa tía!

Hasta aquí, y de manera muy resumida, los descubrimientos de Hamer y sus aplicaciones. ¿Qué opinas? ¿Te parece absurdo? ¿O tal vez tiene algo de sentido? Bueno, tal vez lo sepas, la psiconeuroinmunología, ciencia que se estudia en la universidad, habla de la relación entre la psique, el sistema nervioso y el sistema inmune. Cuanto mejor te sientes, mejor estás tus defensas. Lógico. Así pues, ¿parece descabellado trazar un puente entre emoción, mente y cuerpo? Como hemos visto, el saber popular está lleno de referencias a este asunto. Si no es tu caso, imagino que conoces a personas que, sometidas a estrés, ven empeorar su salud física y somatizan.

Hay multitud de información al respecto. No me quiero extender aquí. Célebres profesionales de la medicina como Nazareth Castellanos, Marian Rojas o Mario Alonso Puig nos hablan sobre ello en sus conferencias y sus libros.

Ahora vamos a ver el enfoque transgeneracional. Para ello, voy a seguir con la misma película de Montxo, que también nos aporta algo de luz. “Los muertos gritan para liberarse de sus secretos», le dice a Javi su hermano mayor. ¿Y cómo es esto? ¿Acaso esto va de sacar la ouija y hacer espiritismo? ¿A ti qué te sugiere la frase?

En mi opinión hay algo más sutil en todo esto. Mucho más sutil. Esto no va de sucesos paranormales. De alguna manera, creo que los muertos gritan a través de su legado. Esto es, a través de sus descendientes. Gritan a través de las personas que estamos aquí y ahora, en esta realidad. Vamos a verlo.

Los seres que estamos en este momento vivos somos el resultado del éxito reproductivo de nuestros ancestros. Es decir, somos el legado de quienes nos precedieron. Incontables generaciones de seres que se reprodujeron y se reprodujeron, durante millones y millones de años. Así, hasta la noche de los tiempos, hasta la célula original de la que surge la vida en la Tierra. Ya sea a través de la reproducción sexual, ya sea a través de la asexual, estamos hablando del mecanismo que usa la Naturaleza para hacer perpetuar sus criaturas: la transmisión de los genes.

Los genes mandan, está claro. No hay más que ver cómo luchan los machos entre sí por aparearse con las hembras receptivas. Y no hay más que ver cómo nos parecemos a los miembros de nuestra familia. El mismo color de ojos, la misma forma de la nariz… incluso hasta los andares o la forma de hablar. De tal palo, tal astilla.

Sí, vale, es verdad. ¿Y esto qué tiene que ver con la frasecita de que los muertos gritan?

Acompáñame. Vamos a dar otro paso. En este momento, cabe preguntarse acerca de la función de los genes. ¿Qué hacen los genes? ¿Transmiten caracteres físicos? ¿Sólo caracteres físicos? ¿Y qué hay con lo demás, con aquello que no se puede medir? Me refiero a la forma de ser, el carácter, la personalidad. Si los genes mandan, ¿es posible que se herede también cierta predisposición psicoemocional?

Transgeneracional quiere decir literalmente “a través de las generaciones”. Es decir, aquello que transita de una generación a otra. Que transciende y se transmite. En su libro Este dolor no es mío (It didn’t start with you), Mark Wolynn nos cuenta algo muy interesante. Resulta que en la Universidad de Zurich han hecho experimentos transgeneracionales con ratones, y han demostrado que también las experiencias vividas pueden transmitirse de generación en generación a través de los genes. ¿Cómo? ¿También las experiencias vividas?  Atiende.

Se hizo de la siguiente manera. Traumatizaron a un grupo de ratones y analizaron las dos generaciones siguientes. Separaron de sus madres a una camada de ratones recién nacidos aleatoriamente. Todos los días, durante dos semanas, los ratoncitos bebés fueron alejados de sus madres durante tres horas. Esta situación resulta extremadamente estresante para estos roedores. De hecho, el comportamiento errático y ciertos signos de depresión evidenciaron el daño: los ratones que habían sido traumatizados eran imprudentes y vagaban en espacios abiertos y luminosos, algo que normalmente evitarían por ser una situación de riesgo.

En una segunda etapa del experimento, los machos de las camadas traumatizados engendraron crías que mostraron comportamientos anormales similares a los de sus padres, a pesar de que nunca habían experimentado tal trauma. Los niveles de insulina y de glucosa en sangre de esas crías eran también más bajos que en los ratones normales, lo que se considera un síntoma de estrés. La siguiente generación, es decir la de los nietos de los ratones estresados, también mostró comportamientos anormales.

A pesar de no haber tenido problemas de crecimiento, el daño provocado a estos ratones se extendió a tres generaciones.  ¿Qué te parece? Interesante, ¿no?

Tal vez, esto nos sugiere la posibilidad de que si tienes ciertos problemas psicológicos, quizás no se trate de algún trauma infantil, sino de experiencias de tus ancestros que ni siquiera conoces y que aún así, están grabadas en algún lugar que modifica la expresión de tus genes.

Está claro que a lo largo de las generaciones, en todas las familias ha habido traumas no sanados, sufrimientos tremendos que han sido silenciados, escondidos, reprimidos… Ha habido situaciones muy difíciles de sobrellevar, como asesinatos, violaciones, hambrunas, incestos, abortos, suicidios… Es la pura vida (o la muerte) manifestándose a través de la Historia. Y tal y como sucede en los ratoncitos, ese sufrimiento, ese dolor, pasa a las siguientes generaciones. Ahí es donde los muertos gritan. Están gritando, lo hacen a través nuestra. Y claro, como muy sabiamente le dijera Juan a su hermano pequeño: lo hacen para librarse de sus secretos. ¡Eureka! Precisamente, son sus secretos, es decir, aquello de lo que no somos conscientes. Pero que nos amarga la vida.

¡Uau! Alucinante. Esta peli es un tratado de psicoterapia en toda regla.

Dentro del enfoque transgeneracional, en las ultimas décadas ha tomado gran relevancia el trabajo de Bert Helinger, sus conocidas Constelaciones familiares. Tan criticadas como admiradas, este tema es tan amplio que daría para un post entero. Resumidamente, contar que en los años 50 del siglo pasado, este hombre estuvo conviviendo con el pueblo zulú en Sudáfrica, pues era misionero. Aquella experiencia le hizo tomar consciencia de la importancia de las historias familiares, tan presentes y tan recordadas en las culturas ancestrales, y tan olvidadas en la nuestra. Años después, colgó los hábitos y profundizó en el estudio de la psicoterapia, especialmente el psicodrama y las técnicas de juego de roles. Y como consecuencia, éste es su legado al mundo.

En cuanto a esta herramienta, lo que puedo decir es que te animo a que tengas tu propia experiencia. Como siempre, vive tu vida. Aquello que tiene tu color y tu textura. A mí personalmente, me encanta. A lo largo de los años, he experimentado las constelaciones familiares en numerosas ocasiones con diversidad de terapeutas: Guillermo Echegaray, Insa Sparrer y Matthias Varga von Kibed, Brigitte Champetier de Ribes, Joan Garriga, Peter Bourquin y Carmen Cortés, Cuca Ansaldo, Vicente Méndez, Genoveva Ros, Arri Egaña, Jean Guilllaume Salles, Esther Sanzberro, Estella Bosch… Puedo decir que han sido experiencias muy reveladoras, y ojo, no siempre placenteras. Porque en eso consiste esto, en verlo todo, lo bueno, y lo malo. A partir de ahí se puede sanar y cambiar. Se trata de aceptar lo que es y lo que fue.

Ánimo, ¡que ya me falta poco!

En este post hemos hablado de lo que algunas personas llaman pseudociencias. Bueno, no es mi labor decidir si estos caminos entran dentro de lo que se puede llamar ciencia. Un proceso terapéutico es en esencia una experiencia subjetiva, algo que va a lo más hondo de nuestro ser, y por lo tanto, a veces es difícil encuadrarla dentro del método científico. Sea como fuere, para mí, son caminos de autoexploración. En esos términos, y como decía en un post anterior, lo importante es aquello que conecta con el sentir, con el corazón. Porque la vida es una experiencia que merece ser vivida en toda su magnitud.

Por supuesto, no estoy rechazando la medicina académica. Yo soy el primero que la solicito. No estoy diciendo que dejes de hacer caso a lo que te dicen en la consulta del hospital o centro de salud. Esto quiero dejarlo claro. Por mi parte, puedo decir que me siento muy agradecido al Sistema Navarro de Salud, el cual ha salvado la vida de mi familia y la mía propia. Desde aquí mi agradecimiento a sus profesionales de distintos gremios. Además, he de decir que he tenido la suerte de formar parte de su plantilla durante muchos años y me siento honrado por ello. 

Honro, agradezco y fluyo. Y me permito seguir otros caminos. Otros enfoques, en donde se contemple la salud desde un enfoque holistico, integrador, como un conjunto de circunstancias. Y en donde lo emocional y lo familiar sea tenido en cuenta, como se hacía en las antiguas culturas. Sueño con caminos humanitarios, donde las personas tengamos la importancia que nos merecemos. Aunque suene cursi, no tengo ningún reparo en decirlo: Tengo claro que la mejor medicina de todas es el Amor. Por eso, es muy importante para mí que te diga esto: aunque sientas miedo, confía. Tómate tu tiempo y contempla todas las posibilidades que quieras. En tu cuerpo, en tu vida, decides tú.

Y con esto voy terminando. Gracias por llegar hasta aquí. Valoro el esfuerzo.

Este es mi pequeño homenaje a todo cuanto he descubierto desde aquella formación con Salomon. Allí conocí gente muy interesante. Gente que me hizo ver que no era un bicho raro y que, como yo, estaba interesada en un camino de sanación particular. Un camino en el que la consciencia tiene mucho que decir. Aprovecho también para darte las gracias, Neli Yanci, por tu gran trabajo y paciencia a la hora de traducir en directo a Salomon. Eres una mujer valiente, generosa y decidida, y una muy buena escritora. Tu libro Caminando Juntos me encantó. Lo recomiendo encarecidamente.

Acabo ya.

Finalizo diciendo que éstas son herramientas que me han salvado la vida. Es la verdad. Gracias a ellas, he podido perdonarme y perdonar a mi familiar. He podido aceptar que las cosas fueron como tenían que ser, y que mis padres y quienes les precedieron hicieron lo que pudieron de la mejor manera posible. Desde ese tomarles tal y como son, acepto y honro su legado. Su energía fluye a través de mí, y yo acepto la vida tal y como es.

Con mucha emoción, te doy las gracias, Papá. Eres el mejor padre del mundo.

Con mucha emoción, te doy las gracias, Mamá. Eres la mejor madre del mundo.

Ancestras, ancestros, gracias por estar detrás de mí, dándome fuerza. La vida pasó a través vuestra hasta llegar a mí. Así pues, en vuestro honor, la viviré plenamente.

Con esplendor y gloria.

Gracias. Gracias. Gracias.

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