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¿Estamos viviendo un resurgir espiritual tal y como algunas personas afirman?

Es la pregunta que plantea Sergi Torres al inicio del prólogo del libro “Espiritualidad en la vida cotidiana”. A continuación, y tras confesar que no sabe la respuesta a la cuestión, afirma que sí existe una llamada a lo profundo y a lo auténtico en cada uno de nosotros. Más adelante, y tras hablar acerca de las circunstancias personales que le condujeron a iniciar la búsqueda de su propia profundidad y autenticidad, expresa lo siguiente:

La palabra espiritualidad proviene etimológicamente de la raíz latina “spiritus” que significa alma o esencia. El alma de las cosas, decimos. Y es que, si miramos de cerca, veremos que todo tiene su propia alma y su propia belleza. Encontrar eso tan íntimo de cada momento, de cada objeto o persona, o incluso de cada emoción, es la espiritualidad puesta en acción, libre de nuestras propias definiciones. Liberar a todo y todos, incluidos a nosotros mismos, de nuestros propios significados personales (casilla de salida) es lo que nos lleva al alma y por ello al amor (casilla de llegada).

Sí, espiritualidad y amor son forma y esencia. El amor es la esencia de todo lo que existe y la espiritualidad es la puesta en acción o la manera de expresarlo.

Personalmente, me resultan unas palabras muy acertadas, de gran belleza, y puedo decir que estoy de acuerdo con ellas. Al leerlas, al escucharlas en mi mente, algo en mi interior vibra. Mi interior se emociona al ver cómo alguien ha sido capaz de expresar de manera tan sencilla algo tan absoluto.

¡No será para tanto!, podrás pensar.

La gente que me conoce a veces me define como un buscador incansable. Todo un friki de la espiritualidad. En este blog desarrollo ampliamente mi recorrido, por si tienes curiosidad. Ciertamente, hay un anhelo (¿tal vez un ansia?), que me empuja a seguir participando una y otra vez en ese particular juego de la oca. ¿Y eso? Bueno, harto de mirar hacia afuera, un buen día comencé a buscar dentro, y desde entonces sigo jugando. En mi caso, puedo afirmar que el sufrimiento es lo que me llevó a la espiritualidad. El tormento activó el anhelo de conocerme a mí mismo, de iniciar la búsqueda para tratar de liberarme. Efectivamente, me refiero a tratar de liberarme de mis propios significados personales: la casilla de salida.

En esta partida tan especial que es el resurgir espiritual, el objetivo no es hacerse con un tesoro o una recompensa material. Tampoco es batirse en duelo, pues no hay contrincante contra quien competir. Si acaso, el único rival es el propio ego. Como bien nos dice Sergi, el destino, o sea, la casilla de llegada, es el alma, el amor. Así pues, empezamos liberándonos de nuestros significados personales, y acabamos llegando al amor.

El amor es la esencia de todo lo que existe y la espiritualidad es la puesta en acción o la manera de expresarlo.

¿Podría decirse pues que el final del camino, en realidad es el inicio de uno nuevo? ¿Podría decirse que este juego nunca termina? Y ya puestos, ¿ésta es la razón por la que el juego de la oca se concibe en forma de espiral?

Hace casi 15 años que acudo a todo tipo de retiros espirituales. Todos me aportan algo, me muestran cosas nuevas, me ayudan a seguir profundizando en mí. Es un camino muy particular, de luces y sombras, y en el que a veces me han entrado ganas de tirar la toalla. Sin embargo, hay algo que me anima a seguir por ahí, a no desistir. En esencia, es un camino que me ha llevado a conectar con el amor, y eso es algo que merece el viaje. Ha sido y está siendo un camino de sanación, que me ha ayudado a sacar lo mejor de mí mismo. Y desde ahí, intento poner en práctica lo que aprendo, llevarlo a mi día a día. Si la espiritualidad es la puesta en acción de ese amor, entonces es algo que nos pone a prueba continuamente. En efecto, cualquier oportunidad es buena para la práctica de la espiritualidad, o sea, del amor. En cualquier instante se nos está poniendo a prueba, sea donde sea, estemos como estemos. Porque, ¿de qué me sirve acudir a retiros si luego no soy capaz de ser compasivo con mi vecino, mi prima, o conmigo mismo? Confieso que a veces me cuesta, sobre todo conmigo mismo. Y supongo que ahí está el verdadero aprendizaje, en la práctica diaria. Cualquier oportunidad es buena, como digo, y hay múltiples formas de llevarlo a cabo. Es cuestión de que cada cual encuentre la manera en que mejor se le da.

Últimamente, me ha dado por escribir. Si me preguntas si trato de desarrollar la espiritualidad o la compasión a través de la escritura, podría decirte que sí. Es una necesidad profunda la que me lleva a sentarme frente al ordenador y poner palabras a algo que brota del interior. Como normalmente expreso en este blog, es algo que me resulta terapéutico y sanador. Es como hacerme auto-terapia; me reporta grandes satisfacciones.

Además de escribir en esta web, te puedo contar con algo de vergüenza que he empezado a publicar. Esta primavera hice mis pinitos con “Microcosmos”, un libro de micro-relatos escrito entre 58 personas. Sin lugar a dudas, vivir todo el proceso de crear una obra entre tanta gente ha sido toda una experiencia. Y después de este bautismo literario, el siguiente reto ha sido publicar sobre temática espiritual. Estaba claro que la cosa iba a tirar por ahí: “Espiritualidad en la vida cotidiana”, así se titula mi nueva obra recién publicada, y que hemos creado entre nueve personas. Bueno, mejor dicho, nueve más una. Porque creo que es de justicia reconocer a quien ha redactado el magnífico prólogo de dicho libro.

Un momento, un momento. Vamos a ver si me aclaro. ¿Has empezado este post hablándonos de un prólogo de Sergi Torres cuando en realidad lo que estabas haciendo era publicitar tu libro? ¿O sea que era todo una estrategia de marketing para captar la atención del público? ¿Te estabas marcando un Paco Umbral y en realidad lo único que querías era hablar de tu libro?

Bueno, en realidad, hablar del prólogo de Sergi era la excusa.

¿La excusa?

La excusa para expresar que la vida es presencia.

¿Cómo? No entiendo.

De entrada, disculpa si esto te resulta confuso. Déjame antes que te ponga en contexto, será lo más fácil. Vamos a ver si soy capaz.

Veamos. Como he comentado, después de mi experiencia como co-autor de un libro de micro-relatos, me surgió la oportunidad de colaborar en uno sobre espiritualidad. Fue la escritora y conferenciante Irene López Peña la que me propuso participar en lo que estaba planteado como una obra coral sobre temática espiritual. Dije que sí, casi sin pensarlo. Como buen friki de estos temas, y a pesar de mis miedos y dudas, era lo que más deseaba. Recuerdo aquella llamada telefónica, hace más de dos años. Siempre te estaré agradecido por esa puerta que me abriste, Irene.

A lo largo de las siguientes semanas, las personas adecuadas se unieron al proyecto y las sinergias se fueron produciendo. El trabajo iba dando sus frutos, y como somos gente diligente, en unos meses teníamos listo el manuscrito redactado. Bien. Primer paso, conseguido. Ahora nos faltaba una editorial que quisiera publicarlo. Mientras tanto, también se nos ocurrió la posibilidad de contactar con alguien relevante para ver si se animaba a escribir el prólogo. Así pues, estuvimos barajando algunas opciones. ¿A quién podíamos preguntar? ¿Sería posible que algún súper gurú de la espiritualidad atendiera nuestra súplica? ¿O era mucho pedir? Puestos a soñar, sería la hostia que nuestro proyecto contara con una colaboración así, ¿no?

Súbitamente, me acordé de mi amiga Cristina. Sabía de su cercana amistad con Sergi Torres. ¿Y si probaba a preguntarle? De inmediato, tras este osado pensamiento, mi impostor interior me avasalló y comenzó a coaccionarme. Se le da muy bien hacerlo. ¿Estás loco? ¿mo vas a hacer eso? ¿Quién eres tú para pedirle nada a Cristina? ¿Acaso te crees que Sergi Torres va a querer colaborar contigo? ¡Vas listo! Y encima luego vas a tener que cargar con la humillación de haber sido rechazado…

No sé si el síndrome del impostor te es familiar. En mi caso, como digo, es habitual. Lo cierto es que fueron días de dudas y confusión. Hoy puedo observar el tremendo pavor que sentía en ese momento. Miedo a pedir, a mostrarme, a salir de mi cueva. En definitiva, miedo al cambio. Soy testigo de ese pánico escénico, ese vértigo que me produce saltar hacia lo desconocido. Por eso, agradezco y valoro esa pequeña chispita que a veces nos lleva a hacer locuras. Bendita lucecita que no se apagó y siguió dando lumbre. El “no” ya lo teníamos, así pues, ¿qué podíamos perder? Abracé mi vergüenza, tragué saliva y contacté con mi amiga. “Oye, Cristina, ¿a Sergi no le importaría hacernos un prólogo para este libro sobre espiritualidad?”

Alea jacta est. Crucé los dedos, toqué madera, y solté expectativas. Hágase tu voluntad. Que sea lo que tenga que ser.

Y sucedió que los astros se alinearon, el milagro tomó forma, y en menos de dos semanas teníamos un fabuloso prólogo escrito por el célebre Sergi Torres. ¡No me lo podía creer! ¿En serio? ¿Así de fácil? ¿Dónde estaba el truco?

No había trampa ni cartón. Era así de fácil, por mucho que mi mente quisiera buscarle cinco pies al gato. Era la prueba de que la vida nos estaba apoyando. ¡Chúpate ésa, síndrome del impostor! ¡Chupaos ésa, creencias limitantes! Por supuesto, le pedí a Cristina que le diera las gracias en nombre de todo el equipo, y por mi parte, me comprometí a llevarle el libro en cuanto estuviera publicado.

Este gran logro conseguido nos animó a confiar para que todo se pusiera en su lugar. Y así sucedió. La Editorial Isthar, referente en estos temas, accedió con gusto a publicar la obra. Por cierto, ¡muchas gracias por hacer la conexión, Leslye! Y gracias, también Gastón, por tu liderazgo cuando más lo necesitábamos.

¿Faltaba algo más? Vamos a ver, teníamos el manuscrito, el prólogo, la editorial… ¡El título, pardiez! ¿Cómo se iba a llamar la obra? Era lo único que nos faltaba, y fue la propia editorial la que nos lo sugirió: “Espiritualidad en la vida cotidiana”. Tras un pequeño debate interno, lo aceptamos de buen grado. ¿Cómo nos íbamos a negar, después de todo lo acontecido? La magia siguió su curso, y tras firmar el pertinente contrato, las rotativas se pusieron a imprimir, dando lugar a la esperada y bienamada publicación. ¡Habemus libro, Aleluya!

Y colorín colorado, éste el cuento de cómo existe esta obra. Ahora ya conoces de forma resumida su intra-historia. Consideraba que era fundamental contarte esto. Más que nada para poder ponerte en contexto. Gracias por llegar hasta aquí.

Ésta ha sido la primera parte del post. Ahora viene la segunda.

¿Recuerdas que me había comprometido a llevarle un ejemplar a Sergi en cuanto la publicación viera la luz? Bien, pues a continuación va el relato de cómo se produjo la entrega, y de todo lo que dio de sí. Te animo a que sigas leyendo si sientes algo de curiosidad. Si lo haces, viajaremos a la Vall de Núria. Recientemente, en este mágico entorno tuvo lugar un encuentro muy especial.

Quizá ya sepas que la Vall de Núria (el Valle de Nuria), en pleno corazón del pirineo catalán, es un lugar de poder. Situado a dos mil metros de altitud, entre grandes picos y pistas de esquí, su santuario ha sido objeto de peregrinación durante siglos. Allí, en su acogedor hotel, nos juntamos más de doscientas almas durante seis días (del 7 al 12 de octubre). Fue una convivencia, un retiro. Llámalo como quieras. “Una experiencia de compartir en grupo” es una buena manera de resumir lo acontecido, aunque dicho así, se queda muy corto. Es verdad que no era mi primer encuentro con Sergi, pues le había conocido antes en un taller de fin de semana en Pamplona. Había descubierto en vivo sus dones y habilidades, cierto. Lo que pasa es que lo vivido en Núria fue otra historia, otro nivel. Algo difícil de expresar con palabras. Si me preguntas qué tal me fue, qué sucedió, qué viví, pues bueno, no sabría qué decir. Podría empezar contándote que me siento abrumado ante la imposibilidad de narrar algo tan sublime, tan potente, y al mismo tiempo tan sutil. Por ello, te pido disculpas de antemano. Perdona por este torpe intento de dar testimonio. Aún y todo, siento el irrefrenable impulso de hacerlo. ¿Me acompañas? 😉

LA VIDA ES PRESENCIA

Se cuenta la historia de que Buda, justo después de iluminarse, se incorporó y se puso a caminar. Pronto, se encontró con un campesino. Ante el resplandor que emanaba el Iluminado, el paisano preguntó con asombro: ¿Quién eres? ¿Eres un dios? ¿O un demonio? ¿Acaso eres un loco? Ante lo cual, el Buda contestó: “Ninguna de ellas. Soy un ser despierto”.

Sé que las comparaciones son odiosas. No obstante, me sirvo de esta anecdótica leyenda para preguntarme, tras ser testigo de un espectáculo inigualable, quién es Sergi Torres. ¿Es un mago de la palabra? ¿O un ilusionista? ¿Acaso es un ser despierto? ¿Un ser que se conoce a sí mismo, y que precisamente por eso trata de que tú también lo hagas? ¿Es alguien que trata de despertarte, que te anima a salir de la ignorancia? ¿Alguien que te anima a que te conozcas de una vez por todas, y para ello te desafía a ir a lo más profundo de tu ser?

Ir al encuentro del ser es un viaje a lo desconocido. Sergi lo sabe, pues ya ha transitado esa senda incógnita. La conoce bien y ahora se dedica a ayudar a otras personas a recorrerla. Ejerce de guía con suma cautela, de manera sutil, tendiéndote la mano para que le acompañes. Si le tomas las mano, llegarás a lugares donde tal vez nunca antes hayas estado. Tendrás la oportunidad de experimentar el estado de no mente, es decir, de pura presencia o conexión con el todo. Ésta es la experiencia que te propone la no-dualidad: vivenciar la realidad tal y como es, aquí y ahora. Vivenciar que todo lo que existe, absolutamente todo, es única y exclusivamente lo que acontece en el instante presente. Para poder acceder a ese estado, hay que dejar a un lado la mente racional, y esto algo a lo que no estamos acostumbrados, es así. La no-dualidad no es una creencia, ni un dogma de fe, sino que se trata más bien de una experiencia. Por ello, es algo que tienes que vivir por ti, y que se da de manera espontánea cuando no hay expectativa puesta en ello.

La neurociencia confirma que a medida que vamos dejando los pensamientos obsesivos y entrando en un estado meditativo, las ondas cerebrales cambian radicalmente, elevando su frecuencia. Además, sucede que si esto lo hacemos en grupo, en ese momento se produce lo que la física conoce como interferencia constructiva. Este suceso se da cuando dos o más ondas se superponen y se suman, creándose una onda de mayor amplitud. Quienes tuvimos la oportunidad de asistir a este retiro, fuimos testigos de cómo la onda grupal resultante se iba haciendo más y más amplia, lo cual provocó la apertura de los corazones.

En esta travesía tan especial, todos estábamos en el mismo barco. Una vez que zarpamos, nadie se quedó atrás. Éramos un mismo alma surcando las olas de la consciencia, y nuestro destino no era otro que sacar lo mejor que llevamos dentro. Por supuesto, las enseñanzas del doctor Hawkins estuvieron muy presentes a lo largo de nuestro viaje. En este punto, considero fundamental aludir al trabajo de este hombre, así que a continuación voy a ponerte en contexto por si desconoces este interesante tema.

En el mundo de la psicología y el desarrollo personal, el estudio de los niveles vibracionales ha sido una herramienta poderosa para comprender nuestra realidad emocional y espiritual. Uno de los sistemas más influyentes en este campo es el desarrollado en los años 90 por el Dr. David R. Hawkins, un reconocido psiquiatra, investigador y autor de renombre. A partir de los descubrimientos en neurociencia, y sabiendo que materia y energía están relacionadas, como ya había demostrado la física cuántica, Hawkins se centró en el estudio de la frecuencia vibracional de las emociones y su relación con la consciencia. Fruto de este trabajo, elaboró la “Escala de la Consciencia”, que muestra la relación entre el nivel de vibración interna (medido en hercios), y las distintas emociones humanas. Cada nivel está asociado con una emoción predominante y un modo de pensar característico. Así pues, emociones como la vergüenza, la culpa o el temor vibran a frecuencias bajas, mientras que sentimientos como el amor, la paz o la alegría vibran a frecuencias más altas y edificantes. Por ejemplo, el nivel 200 se asocia con el coraje, el nivel 500 con el amor incondicional y a partir de 700, con la iluminación y la trascendencia.

Efectivamente, este gráfico nos indica la manera en que podemos hacer evolucionar nuestra consciencia. Como podemos apreciar, el valor máximo que un ser humano puede alcanzar es 1000. A partir de ahí la vibración es tal que se vuelve insostenible para el protoplasma celular. En sus estudios, Hawkins calibró a cientos de personas y observó que la mayoría de la gente vibra en torno a los 200 Hz. Consideró que el 85% de la población mundial vive por debajo del nivel del coraje, y por ello animó a las personas a elevar su frecuencia. Recordemos que, según la escala, a partir de 500 es cuando se produce la vibración del Amor. Por cierto, hay que tener en cuenta que se trata de una escala logarítmica, es decir, que el aumento o descenso en sus valores es exponencial.

Tanto si estás de acuerdo con Hawkins, como si no, estarás conmigo en que cuando sientes amor, la vida se vuelve radicalmente diferente. Cuando eres capaz de soltar todo aquello que te perturba y centrarte en lo positivo de las cosas, todo cambia. Ahí está: tenemos la capacidad de elegir cómo nos sentimos, por tanto, de elevar la vibración. No depende de nada ni de nadie. Es una elección personal. Y se está dando a cada instante. Además, según el principio de interferencia constructiva, tu energía no sólo te afecta a ti y tu vida, sino que afecta a quienes que te rodean también.

Esta teoría tiene aplicaciones prácticas y nos ayuda a comprender nuestras emociones y pensamientos, a identificar patrones limitantes y a trabajar hacia una mayor autenticidad y crecimiento personal. También nos brinda una perspectiva ampliada sobre la evolución de la conciencia humana y el potencial para alcanzar estados de paz y armonía interior. Explorar los niveles vibracionales según la visión de David Hawkins es adentrarse en un viaje de autoconocimiento y transformación, y esto es lo que hicimos a lo largo del retiro. Como dijo Einstein, «ningún problema se resuelve en el mismo nivel de consciencia en el que se creó». Así pues, la invitación de Sergi es a soltar aquello que nos ata, para así poder cultivar estados emocionales y mentales más elevados. Esto es, ir de lo horizontal a lo vertical, para mejorar como personas y contribuir positivamente al mundo que nos rodea.

En la Vall de Núria, pudimos abrir las puertas hacia una mayor plenitud, compasión y sabiduría. Pudimos experimentar en nuestras propias carnes que cada pasito que damos hacia nuestra luz interior es un gran salto hacia una existencia más significativa y consciente. En este particular periplo, hubo risas, llantos, compartires profundos y emotivos, momentos de verdadero cachondeo… Por haber, hubo de todo, desde clases de bachata (…entre sábanas blaaancas te he llevado a la cima…), a interesantísimas conversaciones sobre temas como el karma y el dharma, o la relación entre consciencia y biología. Asimismo, presenciamos cómo una tuerca y una seta eran capaces de fundirse en perfecta comunión (ingeniería natural); aprendimos que los latidos de nuestro corazón en realidad son los ecos del latido primigenio (aquél que se dio en el vientre de nuestra madre); transitamos por todas las plantas de nuestro particular edificio, bajando al sótano (-2), para a continuación subir al ático, donde vivimos una situación realmente surrealista; fuimos testigos de mágicas sincronicidades, e incluso recibimos la visita de la mismísima María Magdalena (no podía faltar, estaba claro).

Obviamente, si no estuviste allí, todo esto te sonará a chino. Lo entiendo. Pero es que, aún habiendo estado, te prometo que también me puede sonar a mí. Como decía más arriba, fue una experiencia difícil de expresar con palabras. Y supongo que todavía estoy asimilándolo a un nivel que escapa de mi raciocinio. ¿Es posible que lleve toda una vida el asimilar lo vivido en este retiro? En cualquier caso, desde aquí mi invitación a que lo vivas por ti. Como con todo, lo mejor es que tengas tu propia experiencia. Que no te lo cuenten. ¡Ni tampoco te dejes influenciar por mi relato!

Además de mi propio proceso, yo estaba pendiente de hacerle una entrega personal a Sergi, ¿recuerdas? Me había comprometido a llevarle el libro en cuanto estuviera publicado. Pues bien, “Espiritualidad en la vida cotidiana”, en otra de las sincronías convergentes de la vida, acababa de ver la luz justo una semana antes. En ese sentido, yo me había apuntado al retiro tiempo atrás, sin saber si podría llevarle el libro impreso, pero confiando en que todo confluiría. Y así fue. Cuando por fin me llegó el paquete de la Editorial Isthar con los ejemplares, tres días antes del inicio del retiro, mi felicidad era máxima. Me lo habían puesto en bandeja, así que no podía desaprovechar la oportunidad.

Y allí que fui. Al encuentro con el Gurú. Aquí voy a hacer un inciso para que comprendas mi sentir al respecto. ¿Recuerdas el programa de televisión “Caiga quien caiga”? Lo emitían en Telecinco hace varias décadas (el tiempo vuela, sí), y lo presentaba el Gran Wyoming. Consistía en que un equipo de reporteros tenía que entregar unas gafas de sol a una serie de celebridades. Se trataba de gente famosa, ya fuera del mundo del espectáculo, de la política, del deporte… Personas de gran relevancia social, para que nos entendamos. Para ello, cada reportero del programa tenía que abrirse paso entre la multitud, la prensa y los propios guardaespaldas que normalmente llevaba la celebridad en cuestión, para poder acceder hasta ella. Y una vez lo lograba, tenía que darle las gafas de sol (seña de identidad del programa) y conseguir que el famosillo de turno se las pusiera, al menos por un instante. ¿Lo tenemos? Bien, pues algo así me sentía yo. Cual reporterillo de “Caiga quien caiga” tratando de entregar unas gafas de sol, mi particular tarea consistía en entregar nuestro libro a toda una celebridad en el ámbito de la consciencia; aquél que nos había hecho tan magno regalo en forma de prólogo.

A pesar de mis dudas iniciales, y a pesar de la película que tenía montada en mi cabeza, todo se dio a las mil maravillas. Sergi me atendió muy amablemente y recibió el libro de buen gusto; incluso nos hicimos la correspondiente foto. Si tienes curiosidad por verla, mira en mis redes sociales. Ahora que ya conoces cómo se gestó, y todo lo que dio de sí, quizá te resulte divertida. Bromas aparte, y habiendo reposado unos días la vivencia del retiro, he de decir que personalmente, me siento impresionado con Sergi. Impresionado con su inteligencia, su sentido del humor, su humildad, su humanidad, su sabiduría… Muy especialmente, y más allá de sus dotes comunicativas, me siento impresionado con sus habilidades terapéuticas. Como psicólogo que soy, formado en diversas corrientes terapéuticas, y habiendo conocido a todo tipo de gurús, terapeutas y maestr@s espirituales, confieso que lo que viví a lo largo de este retiro, es difícilmente superable. Su capacidad para la escucha activa, para acompañar, guiar y desafiar, siempre desde el respeto, y de un modo sutil y tremendamente eficaz, es algo admirable. Digno de presenciar. Por todo ello se puede decir que este hombre está a la atura de los más grandes. Por ello, desde aquí mi más sincero agradecimiento. Moltes gràcies Sergi por mantener viva la llama en nuestros corazones, por transmitirnos tu sabiduría, y por ayudarnos a elevar nuestra frecuencia vibracional. Como bien dijiste: “las enseñanzas quieren materializarse; están buscando seres humanos disponibles”. En ese sentido, doy fe de que el legado del Dr Hawkins sigue vivo, mucho. La fabulosa tribu que nos reunimos en la Vall de Núria es buena prueba de ello. Así pues, os doy las gracias, compis. Muchas gracias por todo lo vivido y compartido. Ha sido una pasada. Por supuesto, mi agradecimiento también es para Sara, y para todo el equipo, pues sin vuestra ayuda y apoyo, no hubiera sido posible. Igualmente, te doy las gracias, Cristina, por echar una mano para que las conexiones surgieran. Mila esker! Y por supuesto, doy las gracias a mis compis de escritura, co-autores del libro. Y a Editorial Isthar, ¡cómo no!

Hasta aquí mi testimonio de lo vivido.

Encontrar eso tan íntimo de cada momento, de cada objeto o persona, o incluso de cada emoción, es la espiritualidad puesta en acción, libre de nuestras propias definiciones. Liberar a todo y todos, incluidos a nosotros mismos, de nuestros propios significados personales (casilla de salida) es lo que nos lleva al alma y por ello al amor (casilla de llegada).

Gracias por ayudarme a liberarme de mis propios significados personales.

Gracias por llevarme al alma, al amor.

Gracias por SER.

Sigamos desarrollando la espiritualidad en la vida cotidiana.

La vida es presencia.

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