Apapachar, en idioma náhuatl, significa «abrazar o acariciar con el alma». Hay quien dice que es la palabra más bonita de todas. Y es que un apapacho es cariño, consuelo, mimo, ternura… Desde luego, es algo que va más allá de un mero contacto físico.
Puede que sea cierto. A mí me encanta la palabra. Y me encanta lo que representa. Abrazar con el alma es algo tremendamente gozoso y sanador, ¿verdad? Personalmente, puedo dar fe de sus óptimos beneficios. Durante el tiempo que dura un apapacho de los buenos, de los de verdad, desaparecen los miedos y las dudas, se esfuman las neuras y las pajas mentales. A lo largo de esos segundos, o minutos, es como si desapareciera el tiempo y el espacio. Es como si todo el Universo estuviera ahí, concentrado, entre dos almas.
Ahora bien, ¿cuántas veces lo hacemos? Si tenemos suerte, puede que seamos de darnos abrazos en nuestro día a día. Si es así, genial. Pero, ¿realmente lo hacemos con el alma? Apapacharnos de verdad, me refiero. ¿Cuántos de esos abrazos son apapachos reales? No sé en el tuyo, pero en mi caso, muy pocas veces doy y recibo apapachos cuando voy por la calle. Alguna vez se da cuando me encuentro con alguien especial, pero no es lo normal. Y tengo la sensación de que no soy una excepción. Tal vez sea la manera en que nos educan, quién sabe. Personalmente, reconozco que no me enseñaron a relacionarme de manera consciente. Confieso que en ocasiones esto ha traído sufrimiento a personas cercanas y a mí mismo. Pero bueno, hoy no voy a entrar ahí, no toca.
Tal vez pienses, quizá con razón, que un buen apapacho ha de estar reservado únicamente a la familia y los seres más íntimos. Lo comprendo, no es plan de ir acariciando con el alma al primero que se te cruza por la calle… ¿O sí? Admito que yo no soy de esos que van por la calle con el cartel de “abrazos gratis”. Mi opinión es que se puede buscar un punto intermedio. Es decir, crear espacios donde hacer que la otra persona deje de ser un desconocido, y pueda ser alguien con quien darse un abrazo de alma. Apuesto por crear espacios, encuentros, festivales, donde poder apapacharse bien y quedarse a gusto.
Si me conoces, sabes que me gusta ir de retiro en retiro, siempre a la búsqueda. «¡Eres un adicto a estas cosas!”, podrás pensar. Puede ser, no digo que no. Tal vez lo necesite. ¿Tal vez sea porque soy demasiado sensible para el frío e impersonal mundo en el que vivimos, y por eso voy en busca de este tipo de experiencias? Pues va a ser que sí; va a ser que por eso me salgo un poco de lo convencional y voy buscando este tipo de espacios de consciencia.
En ese sentido, hace poco que vengo de vivir una experiencia muy potente. He estado en el Apapacho Fest. Como voluntario, además. Y ha sido todo un acontecimiento.
¿Y cómo así? Para explicarlo, me remonto a las pasadas navidades, cuando conocí a Hugo Lega y a su gran equipo. Hugo lleva varios años dedicándose en cuerpo y alma a la creación y organización de eventos conscientes. Tenía constancia del gran equipo de terapeutas que reúne, y conocía personalmente a Krístel Bianca Karlsson, por eso que me animé a hacer el retiro de Solteros Conscientes de fin de año. Celebrado en Casa Pallotti, fue muy transformador, tanto, que el primer post de este blog habla precisamente de esa experiencia. Te dejo el enlace aquí mismo por si te apetece leerlo:
Y bueno, fruto de todo aquello, como ya nos conocíamos, surgió la posibilidad de acudir al Apapacho Fest como voluntario. Y así fue que del 5 al 11 de agosto de 2024, allí nos juntamos más de 200 personas de todo tipo y condición, para celebrar de nuevo en el hotel balneario Casa Pallotti, en Vizcaya, el mayor festival de relaciones conscientes de habla hispana.
Sin lugar a dudas, puedo decir que se trató de una magnífica oportunidad para aprender, profundizar y sanar relaciones, y, en ese sentido, para adquirir herramientas para el crecimiento personal. Y no sólo eso, sino que fue una gran fiesta, una celebración de relaciones, una vuelta a la tribu, al juego, y al sentimiento de unión y pertenencia. ¡Casi nada!
Por decirlo de alguna manera, fue como el retiro de Solteros Conscientes, elevado al cubo. Así que imagínate. La cantidad y la calidad de los numerosos talleres y eventos que se dieron a lo largo de aquella semana fueron encomiables. No es el propósito de este post entrar en detalle en cada actividad. Si tienes curiosidad sobre ello, puedes entrar en la página web del festival: www.apapachofest.com
Y si aún así tu curiosidad sigue hambrienta, entonces tendrás que animarte a venir a estos encuentros. Para que lo experimentes por ti. Porque de esto va la cosa, de que no te lo cuenten, sino de experimentarlo en tus propias carnes.
Así pues, como decía, en esta ocasión, me apetecía experimentar algo así desde dentro. De manera que cuando mi amiga Esti me comentó, a principios de año, que iba a acudir al Apapacho, y que lo hacia como voluntaria, sentí que yo también quería de eso. Se despertaron en mi las ganas de participar de esa manera. Como sabes, llevo media vida yendo a actividades de este tipo, y sentía que ya era hora de cambiar de rol, dejar de ser un mero cliente y adentrarme un poco en ello. De hecho, el éxito del retiro que, junto con mis amigas María y Marta, organizamos a finales de junio me había confirmado que ya era hora de dar el salto. Y el Apapacho, desde luego, se antojaba como la mejor propuesta: una entrada por la puerta grande al mundo de los festivales conscientes.
Ya desde el principio, fui consciente de la enorme magnitud del evento, y sentí que iba a ser una gran experiencia, un gran aprendizaje. Y no me equivocaba. Recuerdo el primer día del festival, cuando estuve organizando junto a mi amiga Zuri la llegada de los coches en un enorme parking anexo a las instalaciones. Vi la ilusión y las ganas en los rostros de quienes habían decidido animarse a vivir la experiencia, y me sentí privilegiado por ser testigo de excepción. Fue una bonita sensación. En ese sentido, a lo largo de los días siguientes, tuve la oportunidad de atender a las necesidades de clientes y terapeutas, y disfruté llevándolo a cabo. Y lo hice muy bien acompañado, desde luego, pues éramos un fabuloso grupo de personas las que nos coordinábamos para ello. Conocer a mi equipazo de voluntarixs fue sin lugar a dudas el mayor regalo de todos. Fue una gran e íntima conexión la que pudimos experimentar, y verdaderamente me sentí apoyado y arropado por mi compis en los momentos en los que más lo necesitaba. Me siento muy agradecido por haber podido vivencia esta experiencia. Así que, ¡muchas gracias, compis!
Además de echar una mano, también pude experimentar la asistencia a algunos talleres. Fueron muy potentes; no podía ser de otro modo. Recuerdo, por ejemplo, la ceremonia de cacao, grandioso akelarre donde Manny y Bea hicieron que las más de 200 almas congregadas allí nos uniéramos en un único corazón sintiente. También recuerdo de manera especial el gran viaje chamánico que nos pegamos en la sesión de registros akáshicos de Charo, o los animados conciertos nocturnos de Sandra Bernardo y Ape Chimba, o la sublime sesión de ecstatic dance a cargo de Damián, o el memorable taller de Makiko Mitago, o la ceremonia final facilitada por Dhyana, magnífico broche de oro al festival… Son tantos los momentos que se me hace imposible nombrarlos todos. Son recuerdos que permanecen en mi memoria y en mi ser, grabados de manera indeleble. Momentos sublimes los cuales me hacen sentirme agradecido y esperanzado. Y eso no tiene precio.
Como decía al principio, disfruto mucho de este tipo de encuentros conscientes. Son muy reveladores para mí. En este tipo de eventos, soy capaz de encontrarme con lo mejor del ser humano. Es así. Veo a las personas conectar con sus propias emociones, les veo emocionarse, expresarse, compartirse… Descubro al ser humano en su expresión más pura y sublime, lo cual me da fuerzas para seguir caminando.
Creo que en esencia toda persona, todo ser humano, es bueno, y tiene un gran corazón. Llámame iluso, llámame inocente. No pasa nada. Creo que si quitamos todos los condicionantes, si quitamos todos los prejuicios, las ideas preconcebidas, los patrones de comportamiento y las creencias limitantes, si somos capaces de librarnos de todo eso, queda nuestra esencia, que es lo más grande que tenemos. Efectivamente, se trata de nuestra grandeza y nuestro esplendor, y cuando ponemos nuestra consciencia al servicio de eso, es cuando se produce la magia. Y eso es algo increíble. El Apapacho Fest es el mejor ejemplo de ello. Desde luego, es posible crear un mundo donde las personas saquemos lo mejor que levamos dentro. Donde nos podamos abrazar y acariciar con el alma y el corazón. Por eso, lanzo mi particular proclama desde aquí, para que llegue hasta los confines del mundo: ¡Larga vida al Apapacho Fest! ¡Vivan los festivales conscientes!
Por ello, quiero agradecer. En primer lugar, gracias Hugo, por organizar y crear todo esto, ¡eres un visionario!; gracias, Manu y Chandra, por guiarnos y liderarnos con tanta paciencia y buen rollo; gracias, a todo el equipo de colaboradorxs/facilitadorxs, por vuestra gran maestría (disculpadme que no os nombre personalmente, pues sois muchas personas como para hacerlo; en el fondo, sabéis que sois fundamentales); por supuesto, gracias a todas las personas que acudisteis y con vuestra presencia creasteis la atmósfera de ensueño en donde todo fue perfecto tal y como fue. Y muy especialmente, en lo que me toca en cuanto a mi rol en el festival, quiero agradecer a mis compis de voluntariado. A vuestro lado descubrí la importancia del trabajo en equipo, lo cual es fundamental para que las cosas funcionen. Así pues, muchas gracias de todo corazón; ¡espero que no nos perdamos la vista, chicas! Y por último, gracias a ti, sí, a ti, por leer este post y llegar hasta aquí. Que sepas que estás de enhorabuena, pues te llevas contigo toda esa inmensa energía que se ha generado en el Apapacho. Puedes hacer con ella lo que quieras, es tuya: mantenerla, compartirla, expresarla, expandirla…
Sigamos manteniendo viva la llama del Apapacho, creando y expandiendo estos espacios de consciencia y sanación. Sigamos confiando en que la Utopía es posible, confiando en que los verdaderos encuentros conscientes seguirán haciendo su Magia. En definitiva…
Sigamos Apapachando el mundo.