Empezaré hablando de algo que quizá no todo el mundo sabe. Es sobre la estrella de cinco puntas, el llamado pentáculo. ¿Lo conoces? Este símbolo, debido a siglos de tergiversación, se le conoce hoy día como «la estrella de lucifer» y se asocia a ritos satánicos. Lo hemos visto en películas y novelas sensacionalistas, ¿verdad? Bueno, lo cierto es que las cosas a veces no son lo que parecen. Por ello, para descubrir la verdad es conveniente ir un poco más allá, tratando de desentrañar el conocimiento que se halla oculto. Has de saber que este símbolo es muy antiguo; tanto, que su origen se pierde en la noche de los tiempos. Y es que en realidad la estrella de cinco puntas, es la estrella de Venus. ¿Y sabes por qué? Pues porque el planeta Venus, en su danza celeste alrededor del Sol, dibuja una rosa geométrica en cuyo centro hay una estrella de cinco puntas. Es el trazado que realiza en el firmamento, visto desde la superficie terrestre. Lo puedes consultar si no me crees. Verás que es algo verdaderamente curioso.
Este hecho se conoce desde la antigüedad. Y esto es así porque Venus es el lucero del alba, el tercer objeto más luminoso del cielo después del Sol y la Luna. De esta manera, podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que la estrella de Venus y Cernunnos, el Dios Cornudo, son símbolos antiquísimos. Antediluvianos, podríamos decir. Y por supuesto, ambos están relacionados. Recordemos que Venus es el nombre que en la antigua Roma dieron a la diosa del amor. A lo largo de la historia, la Diosa ha tenido distintos nombres según la cultura en la que nos encontrábamos. Esto es, Venus era el equivalente de Afrodita en Grecia, Isis en Egipto, Freya en la cultura nórdica, Ishtar en Mesopotamia… Son los distintos nombres de la Diosa, o sea, a la Gran Madre. Ya desde tiempos prehistóricos, encontramos el culto a esta divinidad, a través de estatuillas con rasgos marcadamente femeninos. Lo cual, en su esencia es el culto a la Madre Naturaleza.
En este momento, quiero traer a colación un párrafo extraído del fascinante libro “Bailando entre llamas» (Dancing in the Flames), escrito por las terapeutas junguianas Marion Woodman y Elinor Dickson:
<<En el fondo mismo del pozo, en las profundidades del inconsciente, debajo de otras energías arquetípicas, esta el “Señor de la Danza», que suele llevar el nombre de Dios Cornudo. Se trata de Cernunnos, señor de los animales. Es Shiva o Dionisio, energías arquetípicas reprimidas por el cristianismo. La represión convirtió al Dios Cornudo en Diablo Cornudo, la raíz de todo mal. El diablo cornudo es energía tan reprimida y exiliada de la tierra que su mejor símbolo es Mefistófeles, esa criatura liviana y etérea que flota por encima de la tierra. El Diablo Cornudo es el espíritu incorpóreo que manipula, usurpando situaciones para la gratificación de sus deseos instintivos con un fin de dominio, sexual, o de otros medios. Sin embargo, el Dios Cornudo, como señala Gary Lingen: «Es un modelo positivo para el poder masculino -liberado del patriarcado y de todos los demás modelos autoritarios-, pues al crecer y pasar por sus cambios durante la rueda del año, está en relación con, y no separado de, la principal fuerza nutricia y de la vida, la Diosa».>>
Ahora sí que está clara la asociación entre Cernunnos y la Diosa Madre. O lo que es lo mismo, la asociación entre la figura del Cornudo y la estrella de Venus. Igualmente, también resulta fácil entender que la Iglesia, en su búsqueda del poder absoluto, censurara y condenara estos símbolos. Obviamente, eran contrarios a sus intereses, lo cual provocó que tanto la imagen del Dios Cornudo, como la del pentáculo, quedaran asociadas al mal; concretamente, a los ritos satánicos. A partir de ahí, conocemos lo que aconteció: a lo largo de la edad media se ordenó el arresto, la condena y la quema en la hoguera de una gran cantidad de mujeres acusadas de practicar brujería y de adorar a la bestia. Algo parecido sucedió con la orden del Temple. Oséase, los caballeros templarios.
Vamos a detenernos un poco en estos últimos, y vamos a ver qué les sucedió. No hay dudas sobre su final: en dos siglos acumularon tal poder, que despertaron gran recelo en la realeza. Así que sucedió lo inevitable. Felipe IV, el Hermoso, rey de Francia, solicitó al papa Clemente V la disolución de la orden, dentro de un plan para despojarla de sus riquezas. Esto inició el célebre proceso que supuso la persecución y el encarcelamiento de sus miembros a partir de aquel fatídico 13 de octubre de 1307. También sabemos que dicho proceso terminó con la muerte en la hoguera del último gran maestre, Jacques de Molay, en 1314.
Siete siglos después de su desaparición, el legado de esta orden de monjes-guerreros despierta un potente interés. Hoy más que nunca, sus historias se mantienen en las estanterías de los libros más vendidos y la sola mención de que un castillo o una iglesia tuviera un pasado templario le convierte en un imán para el turismo. Pero, ¿cuál es la razón? ¿Tiene algo que ver con lo que hemos comentado arriba? ¿Por qué tanto misterio? ¿Acaso adoraban símbolos prohibidos por la Iglesia? ¿Es cierto que en sus rituales de iniciación veneraban al Cornudo? Incluso se decía que escupían a la Cruz, pero quién sabe lo que hay de cierto en todo esto…
Vamos a ver qué nos dicen las fuentes históricas fidedignas. En la península ibérica tuvieron un fuerte arraigo, como es sabido: Ponferrada, Peñíscola, Monzón, el Cañón del río Lobos… Muchos son los lugares de reconocida presencia templaria. Hoy, y por la cuenta que me trae, nos centraremos en seguir su pista en Navarra.
Pero antes, pongámonos en contexto. Estamos en Jerusalén, en el año 1119. Es el caballero francés Hugues de Payens quien funda la orden del Templo de Salomón, y lo hace allí, in situ, o sea, en el propio templo, junto a ocho caballeros más. Ya que la ciudad sagrada ha sido recuperada en lo que será la primera de las Cruzadas, su propósito es el de proteger las vidas de quienes a partir de entonces van a peregrinar a Tierra Santa. La Iglesia católica da el visto bueno a la orden desde el comienzo y la aprueba oficialmente diez años después. ¿Qué mejor que tener una orden de monjes-guerreros que entregan su vida a defender y proteger los lugares más importantes del Cristianismo? Esto le otorga fama y prestigio, y hace engrosar sus filas notablemente a lo largo de los próximos años.
Mientras tanto, al otro lado del Mediterráneo, en la península ibérica, también se estaba librando una cruzada con el Islam. Desde hacía siglos, de hecho. Los reinos cristianos de León, Castilla, Pamplona (todavía no se llamaba Navarra) y Aragón luchaban, además de entre sí, contra los reinos de taifas musulmanes. Ésta es una de las principales razones por las que el Camino de Santiago vivía su momento de esplendor. En Roma vieron la importancia de la cruzada ibérica, y comprendieron que también había que enviar a la cristiandad a aquella parte del mundo. Fue un golpe maestro que tuvo un gran éxito. Lograr la redención de los pecados y alcanzar el Edén a cambio de peregrinar a Compostela mientras combates la fe islámica fue una estupenda estrategia de marketing para atraer gentes de toda Europa; a la vista está que sí.
Así pues, con el mismo espíritu con el que se creó, la orden templaria entró en la península al poco de crearse. En Navarra lo hizo por la puerta grande, pues el rey Alfonso I “el batallador”, que también lo era de Aragón, dejó como herederas y sucesoras del reino a tres órdenes militares: la de los Hospitalarios, la del Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, y cómo no, la de los Templarios. Primero, hizo testamento en Bayona (1131) y, luego, lo confirmó en Sariñena (1134), lo cual descarta que la ocurrencia fuera un «calentón» del monarca.
Tras la muerte del rey, el gobierno de Navarra y Aragón debía recaer en estas por entonces novísimas órdenes militares, pero a los nobles locales no les gustó la perspectiva y buscaron a sus propios candidatos a reyes: en Navarra eligieron a García Ramírez, y en Aragón, a Ramiro II. De todas formas, para entronizarlos tuvieron que negociar con los caballeros monásticos, para lo cual el papa Inocencio III envió un mediador, que se encargó de suavizar las negociaciones.
El nuevo rey de Navarra, García Ramírez (el Restaurador), quizá como compensación por la manera en la que había accedido al trono, fue pródigo con los templarios. De esta manera, en la primera mitad del siglo XII, la Orden del Temple estableció encomiendas en distintos puntos de la geografía foral. Si ubicamos todas estas localizaciones en una mapa, podemos comprobar de un vistazo que el Camino de Santiago entre Pamplona y Viana, y la ribera del Ebro en los alrededores de Tudela eran sus puntos de principal interés. Y precisamente en Puente la Reina, allí donde se juntan los dos ramales franceses de la Vía Jacobea, se fijó la residencia del Lugarteniente, la máxima autoridad templaria del reyno.
Sin lugar a dudas, se puede afirmar que Puente la Reina es la capital templaria en Navarra. A día de hoy quedan varios vestigios, como la entrada de la vieja encomienda y la iglesia del Crucifijo, erigida por los templarios con el nombre de Nuestra Señora de los Huertos, y que cuenta en su interior con la enigmática talla del “Cristo de la pata de oca”. A cuatro kilómetros de allí, en el término de Muruzábal, encontramos la ermita de Santa María de Eunate, con su característica planta octogonal. Octogonal, sí, al igual que la planta del mítico Templo de Salomón en Jerusalén. Y por si esto fuera poco, además, hay que decir que en esta ermita encontramos imágenes invertidas de Cernunnos, el Dios Cornudo.
¿Casualidad?
Pues aún hay más sorpresas. Muchas más. Puente la Reina es la localidad principal del llamado «Valle de las estrellas”, Valdizarbe, en euskera. Es aquí donde llevaremos a cabo nuestro particular viaje iniciático y trataremos de desvelar los secretos que esconde este enigmático enclave. Y lo haremos siguiendo los descubrimientos de Jesús Zulet, un alma inquieta, que ha llevado a cabo una encomiable labor. Jesús, viñetista y amante de la Historia, ha desvelado una serie de claves impresionantes a lo largo de este valle, y nos ha abierto la puerta a un mundo mágico, que literalmente representa el Cielo en la Tierra.
¿Y eso?
Vamos por partes.
¿Conoces el Kybalión o la Tabla esmeralda? ¿Has oído hablar de la sabiduría hermética? Hay una frase que a mí personalmente me llama la atención, y cuyo origen se desconoce realmente. Dice algo así:
Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera; con esto basta para obrar milagros.
¿Qué te sugiere? ¿Qué te evoca leer esto? ¿Estás de acuerdo? ¿Sí? ¿No?
Te animo a que la leas de nuevo. Tómate el tiempo que necesites.
Ahora retomaremos lo expuesto anteriormente.
Es sabido que el Camino de Santiago guarda estrecha relación con la representación del cosmos. La conexión Cielo-Tierra es constante. En la edad media, por ejemplo, la franja celeste de la Vía Láctea servía de orientación este-oeste a quienes peregrinaban. Las referencias que a lo largo de la ruta jacobea encontramos son continuas, y no es casual que su destino sea Compostela, es decir, «Campus Stellae» o Campo estrellado.
En Navarra, después de haber transitado el monte del Perdón (Erreniega), llegamos a Valdizarbe, el Valle de las estrellas. En este lugar tan especial encontramos ermitas e iglesias que poseen un simbolismo muy curioso. Si, como nos sugiere Jesús Zulet, somos capaces de seguir las señales y desvelar los secretos que nos dejaron los maestros constructores, asistiremos a un espectáculo único. Seremos testigos excepcionales de la Unión entre la Tierra y el Cielo, la Unión entre lo Humano y lo Divino.
¿Conoces algo de la sabiduría gnóstica? ¿Sabes algo del llamado cristianismo primitivo u original?
El gnosticismo es un conjunto de antiguas ideas y cuyo núcleo esencial sería la creencia en la presencia de una chispa divina. Chispa que se hallaría en el interior de las personas. De todas las personas, sin excepción.
Un momento, un momento. Vamos a ver. Esta afirmación va en contra de los intereses de la Iglesia católica, ¿no?
Bueno, sí, es una afirmación que entra en conflicto con lo que el status quo imperante a lo largo de los siglos ha impuesto a la población. Por eso, había que tener cuidado a la hora de hacer estas afirmaciones. Y puesto que en la edad media, la mayoría de la gente era analfabeta, había que hacer uso de cierta simbología para transmitir el mensaje.
Efectivamente, el gnosticismo prioriza el conocimiento espiritual (gnosis en griego) por encima de las enseñanzas «oficiales», por lo que se ha considerado como algo herético. Por dar alguna pincelada, diremos que la cosmogonía gnóstica presenta una distinción entre un Dios bondadoso y eterno, y una deidad menor y malévola, creadora del universo material. En consecuencia, según esta filosofía, la existencia material es defectuosa y limitada, y por tanto, la cosa va de mirar hacia dentro. “Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira adentro, despierta”, que diría Jung siglos después. El asunto principal es que la salvación llega a través del conocimiento directo de la divinidad. Esa divinidad bondadosa y eterna, y que, recordemos, se encuentra en nuestro interior.
Personalmente, veo grandes similitudes entre ésta y las filosofías orientales. En mi opinión, el ego, aquello que creemos que somos, representa el aspecto material de la existencia, la deidad malévola de la que habla el gnosticismo. En ese sentido, si somos capaces de trascender nuestro ego, podremos retirar el velo de la ilusión, y como dice Jung, despertar. O sea, esto no va de creer en que alguien murió para salvarnos. No va por ahí, no hay necesidad. Tampoco va de creer en que hay una culpa o un pecado original. Esto va de mirar hacia adentro y encontrar la luz. Sencillamente eso. Lo cual va muy en línea con la idea central del budismo. Es decir, y dicho con otras palabras: ¡el ser humano es completamente autónomo para salvarse a sí mismo!
Me identifico plenamente con esta cosmovisión de la realidad, me parece mucho más acertada y liberadora que la que promueven las religiones teístas. Si Dios es Amor, ¿qué necesidad hay de creer en dogmas? ¡Basta con sentirlo! Creo que poseemos esa chispa divina, que se encuentra en nuestro interior, y es nuestra elección el conectar con ella y permitir que brille. Y de hecho, estoy convencido de que éste fue el mensaje original de Jesús.
En mi opinión, es evidente que hay una sabiduría que, por mucho que la hayan querido ocultar y tergiversar, ha estado siempre ahí. Y la verdad sale siempre a la luz. Es así, no puede ser de otra manera. Desde la sabiduría ancestral de los pueblos indígenas, pasando por las primeras civilizaciones, hasta llegar a nuestros días, la verdad está ahí: somos luz, somos amor, somos la chispa divina. Ésta es la esencia del Yoga, sin ir más lejos: la unión. Me refiero por supuesto al Yoga original, transmitido durante milenios de generación en generación. No estoy hablando de la moda actual de hacer posturitas y sacarnos fotos para las redes sociales. No hablo de postureo, de culto al ego, sino de unión. Unión con lo Divino. Y para ello no necesitamos ningún intermediario. Simplemente es cuestión de tomar consciencia de ello. Tomar consciencia de nuestra esencia sagrada.
Afortunadamente, todo este saber se ha preservado y nos ha llegado a pesar de los muchos intentos de ser destruido. En el Mediterráneo oriental, florecieron una serie de escritos, hoy considerados gnósticos, en los primeros siglos de nuestra era. No tardaron en ser denunciados como herejes por los primeros padres de la “Iglesia oficial». En ese sentido, los esfuerzos por destruir estos textos fueron bastante exitosos, pues muy pocos de estos escritos sobrevivieron.
Al respecto, es especialmente llamativo uno de ellos. Se le conoce como “Evangelio de María Magdalena». Obviamente, se trata de un evangelio apócrifo, no reconocido oficialmente, y parece ser que estaría escrito entre los siglos primero y segundo de nuestra era. Este texto sería especialmente interesante pues se nos estaría revelando una verdad incómoda: María Magdalena habría sido la persona elegida para transmitir las verdaderas enseñanzas de Jesús de Nazaret.
¡Uau! ¿Qué te parece? ¿Tiene sentido para ti?
Sin entrar en sensacionalismos ni fanatismos, quizá es momento de revisar la Historia y hacernos nuevas preguntas. ¿Tal vez, pudiera ser que el cristianismo sea una revelación que debido a intereses concretos se ha contado erróneamente, o al menos, parcialmente? ¿Quizá sea la hora de atrevernos a plantear nuevas preguntas, tratando de desvelar los secretos guardados, de sacar a la luz la verdad ocultada tanto tiempo y de poner en valor de una vez por todas nuestra esencia divina?
Si algo de todo esto, resuena contigo, te invito a que sigas buscando. Hazle caso a tu intuición y síguela. Y si te animas, te esperamos en el Valle de las estrellas. Seguiremos el legado perdido de los templarios, de la sabiduría gnóstica, hermética y ancestral, y quién sabe si de la propia María Magdalena. Practicaremos yoga, recorreremos una parte del Camino de Santiago, conectaremos con nuestro sagrado femenino y sagrado masculino, y también, de la mano de las enseñanzas de Jesús Zulet, haremos un recorrido inciático, visitando cuatro iglesias muy pero que muy especiales que nos mostrarán cómo se conectan el Cielo y la Tierra.
Porque no olvidemos que:
Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera; con esto basta para obrar milagros.
¿Conocían los templarios la existencia de la Tabla esmeralda y de la sabiduría hermética? ¿Y el Evangelio de María Magdalena? ¿Acaso sabían secretos considerados como heréticos por la Iglesia? ¿Tal vez los descubrieron cuando recuperaron el Templo de Salomón? ¿Tal vez trataron de mostrarlos allí donde fueron a través de simbología oculta? Así pues, ¿qué señales nos dejaron en el Valle de las estrellas? ¿Puede ser que encontremos claves fundamentales para reconectar con nuestra Chispa Divina?
Si quieres vivir esta apasionante aventura, ya sabes, te esperamos a finales de este mes.
¡Muchas gracias por Ser!