¿Seguimos con el tema del niño?
Bueno, en realidad, cualquier tema nos lleva ahí. Es en esos primeros años de vida, e incluso antes, en el embarazo, donde se va programando nuestra mente inconsciente. Esto no sería importante de no ser porque la mente inconsciente es responsable del 95 por ciento (o más) de las decisiones que tomamos. Es por esto que hay quien dice que no existe el libre albedrío, pues estamos, nos guste o no, tremendamente condicionados por nuestra programación inconsciente. Así que vamos a adentrarnos un poco más en ello, a ver qué sale de todo esto. ¿Me acompañas?
Empezaré hablando de “sena”, término que euskera significa “esencia”. Esto, que se lo escuché recientemente al gran Enrique Martínez Lozano, me inspiró para empezar a subir una serie de reflexiones a mi cuenta de Instagram. “Sena” me sirvió para hacer un paralelismo con el río que atraviesa París, lo cual me llevó hasta la catedral de Notre Dame, y a partir de ahí, escribí sobre la novela homónima de Victor Hugo. Durante varios días me permití hacer una libre asociación de ideas y conceptos, y me lo pasé pipa subiéndolo en mi perfil de dicha red social.
Entretanto, el famoso protagonista de “Notre-dame de París” me sirvió de referencia. Y entonces escribí lo siguiente:
Quasimodo representa la nueva vida que se abre paso a pesar de las dificultades. Despreciado por su físico al nacer, es depositado en el atrio de la catedral de Notre-Dame y acogido por el diácono principal. Es éste quien le da su particular nombre. He aquí la explicación:
«Bautizó a su hijo adoptivo con el nombre de Quasimodo, ya por indicar el día en que le halló, ya por caracterizar hasta qué punto era el pobre criatura incompleta y apenas bosquejada. En efecto, Quasimodo, tuerto, jorobado y patizambo, sólo era una quisicosa».
Ya desde sus inicios, Víctor Hugo nos deja claro que su personaje no lo va a tener fácil. La suya va a ser a todas luces una existencia complicada (recordemos que la historia transcurre a finales del siglo XV). Sin embargo, o tal vez por eso, Quasimodo desarrolla una gran nobleza y una profunda sensibilidad. Su aspecto exterior, nada agraciado, contrasta con la belleza de su interior. Tal vez, desde ahí podríamos plantearnos la siguiente duda existencial: ¿Tener una discapacidad, sea del tipo que sea, es una maldición, o una oportunidad? ¿Quizás una oportunidad para aprender a cultivar otras cualidades?
¿Y qué tipo de cualidades están disponibles cuando eres tan (aparentemente) desgraciado como Quasimodo? Por ejemplo, la presencia. Es algo que todos podemos desarrollar. La presencia es una característica propia de nuestro niño interior original. En ese sentido, se nos estaría dando la oportunidad para acoger a nuestro niño interior y sanarlo. Ese niño que, por diversas circunstancias, está herido, y por eso necesita ser visto y reconocido. Lo necesita para así recuperar y mostrar sus cualidades originales.
Hay una frase en los evangelios que dice así: «Quasi modo genti infantes, rationabile sine dolo lac concupiscite, ut in eo crescatis in salutem». Y se puede traducir de la siguiente manera: «Como niños recién nacidos, ansiad la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayáis progresando en la salvación».
Confieso que siempre sentí una especial afinidad por este curioso personaje, aunque no conocía el origen de su nombre. Parece pues que todo está conectado, y que nuestra búsqueda nos lleva de nuevo al infante que una vez fuimos: Quasi modo genti infantes. O sea, “como niños recién nacidos”.
¿Y qué hay de “la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayamos progresando en la salvación”?
En mi humilde opinión, la salvación ya es. Me refiero a que no hay que hacer nada especial. Bueno, si acaso, tomar consciencia de ello. Ahí está la clave de todo, en la consciencia. Creo que lo único que hay que hacer es tomar consciencia de la plenitud que ya somos. Desde la no-dualidad, desde la perspectiva no-dual, la separación es una ilusión. En efecto, ya somos uno con el todo. Esto es algo que no se piensa con la mente racional, con el yo egóico, sino que se experimenta cuando apagamos nuestros pensamientos, y simplemente, somos. Lo que acabo de decir no es nada nuevo, es más viejo que Matusalén. De hecho éste es el fundamento de la filosofía del vedanta advaita, que lleva dando vueltas al menos cinco mil años. Y digo al menos porque quizá habría que preguntarse en qué momento evolutivo surge en la mente humana el ego, o sea, la idea del “yo”, frente a todo lo demás. Pero eso lo dejamos para otro día.
El asunto es que hoy día la ciencia lo confirma. Confirma que no hay separación. Tal cual. En los años 80 del siglo pasado, la física cuántica descubrió que los componentes del átomo (protones, electrones, neutrones…) se comportan bien como partículas de materia, bien como ondas de energía. Lo más curioso de todo es que en función de nuestra observación, la cosa cambia. No me extenderé hoy aquí, no procede. Lo importante que surge a continuación es: ¿Podemos aceptar que somos al mismo tiempo materia y energía? Si aquello que forma tus átomos lo es, ¿qué te impide verte así? Si aceptas que eres energía en vibración, ¿puedes aceptar que aquello en lo que pones tu atención, puede generar un cambio en tu realidad? Y si eres capaz de aceptar esto, ¿aceptas que en ese punto puede abrirse un campo de infinitas posibilidades? En esto consiste el campo cuántico.
¿El campo cuántico? Un momento, un momento… ¿Qué te has fumado? ¿Adónde quieres llegar?
En este punto, puedes decidir si quieres seguir leyendo o prefieres dejarlo. Si lo dejas, está genial. Si sigues, tal vez pongas a prueba tus creencias limitantes. En tu mano queda.
¿Bien?, sigamos.
En el campo cuántico las posibilidades son infinitas y el principio de incertidumbre es el que domina la realidad. Lo cierto es que hace un siglo que se descubrió esto, lo que pasa es que nos cuesta aceptarlo. Es como el famoso gato de Schrödinger: puede que exista, o puede que no. Por eso, hasta que no miremos dentro de la caja para ver si el minino está ahí, lo mejor será no dar nada por sentado y abrirnos a las distintas posibilidades.
Llegado este punto, en donde suponemos que todo es posible, vamos a ir un paso más allá. Venga. ¿Qué opinas sobre aquello que dice el evangelio de “pedid y se os dará”? ¿Crees que es tan sólo una soflama para “meapilas”? ¿O tal vez pueda haber alguna interesante interpretación a la luz de lo que nos dice la física cuántica?
Dejando a un lado la ideología personal de cada cual, lo que quiero decir es que es fundamental observar nuestros pensamientos. Y desde aquí, desde la auto-observación, nos podemos visualizar como si fuéramos el gato de Schrödinger e imaginar distintas versiones de nuestra propia existencia. Como seres humanos, tenemos un enorme potencial, esto está fuera de toda duda. Pero claro, para que se manifieste, es preciso desarrollarlo. El cambio cuesta y da pavor, lo sé. Abrirse a experimentar la incertidumbre da un vértigo del copetín. Pero en el fondo, ya sabes que cuando te instalas en la queja, el miedo o la crítica, permaneces en una versión menor de ti. La propuesta pues es librarnos de esas ataduras. E ir a por nuestra mejor versión. Y tal vez así, (¿quién sabe?) suceda la magia.
Esto es lo que cuenta Joe Dispenza. Por si no lo conoces, te puedo contar de forma resumida que este hombre es doctor en quiropráctica, conferenciante internacional y autor de varios libros sobre neurociencia y desarrollo del potencial. Empezó a estudiar el funcionamiento de la mente humana a raíz de un accidente en el que se rompió varias vértebras. Contra todo pronóstico, y sin someterse a cirugía, recuperó la capacidad de desplazamiento. A partir de ahí decidió indagar y hoy comparte sus descubrimientos por todo el mundo.
Te cuento esto porque recientemente he tenido la oportunidad de asistir a un seminario suyo. Fue en Basilea, Suiza, del 25 al 27 de febrero. ¿Que cómo fue la cosa? Pues estábamos más de 8000 personas de casi 70 países diferentes. ¿Qué te parece? ¡Menudo akelarre, eh! A lo largo de dos días y medio de reunión en el St. Jackobs-hall, atendimos a sus explicaciones y llevamos a cabo diversas meditaciones. En ellas, pudimos entrar en ese estado de no-mente o consciencia expandida, en donde es posible acceder al campo cuántico de infinitas posibilidades. Nunca antes había vivido algo así con tanta gente. Fue alucinante.
Algo que me llamó la atención fue ver allí presentes a numerosas personas en silla de ruedas o con problemas de movilidad. Salvando grandes diferencias, fue un poco como cuando estuve en Lourdes o en Fátima. La verdad es que me encanta visitar lugares sagrados y presenciar todo tipo de rituales. Soy curioso por naturaleza y me atrae el fervor por lo sobre-natural. Está claro que la fe mueve montañas, y que todos, en mayor o menor medida, tenemos deseos, anhelos y sueños que cumplir. Teniendo presente que en nuestra esencia más profunda, somos Uno, y teniendo presente que aquí todos estamos de paso, me parece genial que cada cual encuentre su propio camino. Y desde ahí, seguir indagando y haciéndonos las preguntas que consideremos importantes.
Por eso, desde aquí lanzo la mía: ¿El Universo conspira a nuestro favor?
Eso suena a frase de Paulo Coelho… No sé…
Espera, espera. Que eso viene luego. Como hemos comentado antes, desde la plena consciencia del instante presente, el pequeño yo egóico desaparece, y… Y ¿qué? Pues que se hace evidente que somos plenitud. Por eso, realmente da igual si el Universo nos ama o nos odia. O mejor aún: desde la plena consciencia del instante presente, desde esa Plenitud que ya somos… Tachán, tachán… ¡Somos el propio Universo conspirando!
¡Uau, qué pasada! Vale, recibido. ¿Y ahora? ¿Qué hacemos con esto?
Bueno, pues ya sabes. Adelante con el principio de incertidumbre. Si las posibilidades son infinitas, ¿por qué no jugar con ellas? Podemos probar a tomarnos la vida como un juego, sin apego al resultado. ¿Por qué no? ¿Por qué no abrirme a otras posibilidades? ¿Abrirme a una mejor versión de mí mismo? Estoy de acuerdo con Gandhi cuando dijo aquello de “sé el cambio que quieres ver en el mundo”. En resumidas cuentas, esto mismo es lo que te propone Dispenza. Te desafía continuamente a que seas esa mejor versión de ti mismo. Te desafía a que te atrevas a SER ese cambio que quieres ver en el mundo.
Joder, esto da respeto, ¿no? ¿La mejor versión a la que puedo acceder? ¿Cómo sería eso? ¿Te lo has planteado y te ha dado algo de vértigo, o es que soy un bicho raro?
Me surge una duda ahora. ¿Tal vez se refieran a esto las sagradas escrituras cuando hablan de “ansiar la leche espiritual para progresar en la salvación”?
Mejor retomo mi relato, que si no, me voy por los cerros de Úbeda. Y no es plan.
Tras finalizar el seminario, recorrer Basilea y conocer un poco la suiza rural, me fui en tren a Praga. Siempre quise conocer esta ciudad, y aproveché para visitarla unos días. Y la verdad es que es espectacular, una de las ciudades más bonitas que he visitado. Me deleité paseando por sus calles, visitando sus catedrales y su palacio, en donde residía la corte del antiguo reino de Bohemia. Mientras tanto, me preguntaba si tal vez Kafka se sentiría abrumado ante tanta belleza… ¿Qué opinaría él sobre el campo cuántico? También aproveché para visitar la iglesia de Santa María de la Victoria, que alberga su célebre imagen del Niño Jesús. Esta pequeña escultura, de origen andaluz, por cierto, es muy famosa en la ciudad. Incluso se dice que Antoine de Saint-Exupéry se inspiró en ella para crear su Principito. Venerada desde hace siglos, cuenta con más de 300 vestidos que personalidades de todo tipo le han ido regalando. De hecho, dentro de la iglesia hay un pequeño museo con algunos de ellos. Curiosamente, se encuentra el que Paulo Coelho (ahora sí 😉 y su mujer Cristina le regalaron en 2005. El conocido escritor cuenta que fue a visitar esta imagen a principios de los años ochenta para pedirle que le ayudara a ser exitoso. Décadas después, habiendo sido concedido su deseo, regresó con dicha ofrenda como agradecimiento.
¿Qué te parece esta anécdota?
Ufff No sé… ¿Coelho? ¿El flipao que no hace más que repetir en sus libros la frasede que “el Universo conspira a nuestro favor”?
Sí, el mismo. ¿Y bien? Después de lo que hemos hablado, ¿crees que somos “alquimistas” de nuestra propia existencia? ¿O por contra se trata tan sólo de eslóganes pomposos que quedan bien en historias fantásticas con el objetivo de vender libros?
Sea como fuere, no trato de convencerte de nada. Mi intención es si acaso, una invitación a reflexionar.
En mi caso, no me puedo quejar. La verdad es que últimamente he vivido experiencias que hace unos años hubiera considerado como inimaginables. No las voy a enumerar; si me conoces o lees este blog ya sabrás un poco a lo que me refiero. Sin ir más lejos, hace poco recibí un paquete de parte del mismísimo Bruce Lipton, el autor de ¨La biología de la creencia”. La caja contenía un par de DVDs y un par de libros suyos (dedicados y firmados). No me lo podía creer cuando semanas antes recibí un email suyo, en el que me pedía mi dirección postal para hacerme el envío. Así pues, ¿cómo no voy a estar agradecido? ¿Cómo no voy a confiar? ¿Cómo no voy a creer en que el Universo conspira a mi favor?
La clave, lo explica de maravilla el propio Lipton, está en observar esos patrones con los que fue programada nuestra mente cuando eramos pequeños. Lo decíamos al principio: la mente inconsciente es responsable del 95 por ciento (o más) de las decisiones que tomamos. Por ello, para crear nuestra propia realidad es fundamental transitar un camino de observación e introspección. Es cuestión de atreverse a mirar dentro, de poner luz ahí donde normalmente hay oscuridad. De alguna manera, se trata de soltar ese personaje que creemos que somos. Como dice Joe Dispenza, “deja de ser tú”. Pero bueno, allá cada cual. Por mi parte, seguiré mi camino. Agradeciendo, aprendiendo a soltar lo que no es, y confiando.
En mi post anterior, publiqué una carta a mi niño interior. El hecho de escribirla fue muy liberador, algo realmente sanador. Al terminarla, me pregunté si sería capaz de hacerla pública. Por momentos sentí mucha vergüenza, era como desnudarme en publico, de alguna manera. Reconozco que en el pasado he sido muy pudoroso a la hora de mostrar mis sentimientos. No obstante, sentí que era un buen ejercicio de extimidad, esto es, de mostrar algo importante desde mi vulnerabilidad. Solté, confié, y la subí al blog. Bueno, al respecto, he de decir que he recibido un feed back muy positivo por parte de varias personas. Esto me anima a seguir compartiendo, y también me confirma que voy por el camino correcto. Así que voy a seguir por ahí, a ver qué pasa. Voy a seguir disfrutando del camino y sabiendo que lo mejor que podemos hacer es compartir nuestros dones y talentos.
No importa el personaje que creemos que somos. Independientemente de nuestras aparentes condiciones externas, de nuestra condición física, edad, raza, género, dedicación… Más allá de nuestras limitaciones, y más allá de lo que nos separa, nuestra esencia, sena, es la misma. ¿No hay ningún lugar al que llegar, ninguna meta que conseguir? En realidad, la vida es juego. Y no hay que hacer nada, tan sólo jugar. Permitir que esa energía en vibración que somos, muestre su esplendor.
Somos inocentes. Como lo era Quasimodo. Quasi modo... genti infantes. Así es. Inocentes, como el niño que una vez fuimos y que habita en nuestro interior. Ahí está, esperando ser visto y reconocido. Te animo también a que le escribas tu propia carta. A ver qué pasa. Está esperando que dejes tus obligaciones de persona adulta y que os pongáis a jugar de una vez y para siempre.
Por lo demás, si gustas, nos encontraremos en el campo cuántico. Es un patio de recreo alucinante.