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¿Qué, se te ha hecho larga la espera? Si es así, disculpa mi tardanza en volver a publicar. Es que las últimas semanas han sido de mucho trajín. Bueno, por suerte, ya he podido sacar un hueco y ponerme a escribir. Como solía decir el mítico Chapulín Colorado: «¡Que no panda el cúnico!».

Retomemos pues la senda del blog. Y encontremos de nuevo el espacio de encuentro, ese sagrado lugar que nos llevará de vuelta a nuestra esencia más profunda. Amén.

Por cierto, antes que nada, me asalta una duda: ¿A qué se refería Shakespeare cuando dijo aquello de “Algo huele a podrido en Dinamarca”?

Es igual.

En un post anterior, hablábamos acerca del Valhala, la mitología nórdica y las valkirias. Dábamos un pequeño repaso a la cosmovisión de la vida vikinga, la vida mejor. En honor a la verdad, hay que decir que se trata de una cultura muy amplia y diversa, y es absurdo pensar que se puede abarcar completamente en unas pocas líneas. De hecho, cuando hablamos de cultura vikinga, nos referimos a la propia de una serie de pueblos que compartían una serie de características, pero que el fondo, eran bastante heterogéneos y nunca se unieron bajo un mismo un imperio. En cualquier caso, yo no soy historiador, y por lo tanto no soy experto en este tema. De hecho no fue hasta hace unos pocos años que me empecé a interesar por esta cultura. Concretamente, hace seis años, a raíz de consumir la serie «Vikingos». ¡Qué tiempos aquellos, y cómo gozaba tumbado en mi salón, en la Calle Mayor! Hoy por suerte he superado esta adicción y apenas veo la tele. En cualquier caso, estoy agradecido de conocer esta serie en concreto pues me abrió la puerta al apasionante mundo de la cultura vikinga. Es verdad que la superproducción no es rigurosa en términos históricos, pero en líneas generales, nos da una visión bastante acertada. No en vano, está hecha por el Canal Historia, y cuenta con la supervisión de personas expertas en la materia

Como digo, de esta manera comencé a interesarme por el mundillo vikingo. Hasta entonces no tenía prácticamente ni idea. Sabía que provenían del norte, pero poco más. No es algo que se estudie en el colegio, al menos en el mío. Por eso, descubrir las peripecias de Ragnar, Rollo, Lagertha y compañía fue muy inspirador. Aquello me motivó a seguir aprendiendo sobre esta cultura. Por eso, dije que sí cuando se me presentó la oportunidad de conocer Copenhague. Fue un viaje cortito, de cuatro días. Una escapadita con amigos. Hace año y medio.

Se produjo durante en el puente de la constitución, esto es, a principios de diciembre, del año 2022. Personalmente, nunca antes había estado en un país nórdico y el asunto me atraía bastante. Por eso, y antes de entrar en materia, quiero agradecer públicamente a María, Nieves y Nico por acompañarme en esta aventura. Y especialmente, ¡muchas gracias Nieves, por organizarlo todo tan bien!

Cuatro días que empleamos en recorrer lo más significativo de la capital de Dinamarca. Cuatro jornadas en las que descubrí multitud de cosas, como por ejemplo, que Copenhague se encuentra en la isla de Selandia y que su nombre viene de Koben Havn, que en danés quiere decir “Puerto del Mercado”. Fue una travesía corta pero intensa en la que visitamos diversos lugares, como el parque de atracciones de Tívoli, la estatua de la Sirenita, el Ayuntamiento y su plaza (Radhuspladsen), el Palacio real, el barrio independiente de Christiania… La entrañable decoración navideña ayudó a sobrellevar el frío, pues recordemos que era diciembre. Y también hay que decir que el vino caliente que servían los numerosos puestillos que se esparcían a lo largo de las calles más céntricas ayudó a templar nuestros cuerpos. Fue así como fuimos descubriendo e integrándonos en el modo de vida local. Esto es, la filosofía «Hygge». ¿Cómo? Esta palabra danesa (se pronuncia algo así como «jugue») es un término que engloba un estilo de vivir que básicamente, busca la felicidad en las cosas simples y cotidianas. A mí personalmente me convence. ¿Y a ti?

Así pues, tratando de poner en práctica el rollito Hygge, fuimos pasando nuestros días. La verdad es que pasaron muy rápido, como sucede siempre que te lo estás pasando bien. Como cuatro días es poquito tiempo, hubo de elegir qué ver y qué no. Es lo que tienen las elecciones, que no puedes quedarte con todo. En cualquier caso, creo que acertamos en todas ellas. El último día, antes de regresar, estuve en el museo Nacional de Dinamarca. Esta opción se antojaba como la mejor manera de terminar el viaje, y desde luego que no me equivoqué. Personalmente, me encantan los museos, sean de lo que sean. Puedo pasarme horas y horas absorto en ellos, observándolo todo, ya sean cuadros, estatuas, tesoros, objetos antiguos, o fósiles prehistóricos. Es lo que tiene ser un friki. En un museo, mi ansia de conocimiento se ve bien servida y surtida. Así pues, como digo, fue un gran regalo para acabar mi pequeña aventura en la capital de Dinamarca.

Concretamente, se trata de un museo centrado en la Historia del pueblo danés, y ofrece una vasta información que va desde la prehistoria hasta la actualidad. Decidí tomarme la visita con calma para tratar de apreciar la variada colección de todo tipo de objetos que allí se guarda. Recuerdo especialmente la interesante exposición sobre el pueblo vikingo que posee el museo. Allí te cuentan su origen danés, y cómo fueron expandiéndose por el mundo a través de su osadía y su dominio de la navegación. También te muestran numerosos objetos relacionados, incluida la maqueta de un drakkar (el típico barco vikingo) a escala real. Había también una mini exposición audiovisual sobre el mítico viaje que hizo Bjorn “Costado de hierro». Este tipo fue un rey sueco del siglo IX que lideró una expedición que recorrió toda Europa: costeó el oeste Francia, bordeó la península ibérica, atravesó el estrecho de Gibraltar y llegó hasta Italia, donde saqueó Pisa, Luni y Sicilia. Recordemos que esta travesía se llevó a cabo en el siglo noveno, es decir, setecientos años antes de que Colón llegara a América. Por eso, aunque apenas se cuente en los libros de texto, esta gesta es comparable con la primera circunnavegación del mundo (completada por Elcano en 1522). Alucinante lo de esta gente.

Así pues, en aquel museo aprendí muchas cosas, y también me llevé varias sorpresas. De todo tipo. Una de ellas, y que guarda relación con un post anterior de este blog, es sobre la propia mitología nórdica. Resulta que el Valhala no es el único lugar al que ir tras la vida terrenal. Así es. Valhala no es un Paraíso exclusivo. Pero esto lo veremos al final del post. Voy a mantener la intriga un poco, a ver qué pasa. Así que tendrás que tener un poco de paciencia. ¡Mucho ánimo!

Creo conveniente hacer esto ahora, pues antes que nada, siento que es el momento de hablar de la verdadera joya de este museo. Una obra maestra que te invito a contemplar si alguna vez pasas por esta ciudad. En efecto, el Museo Nacional de Dinamarca tiene una pieza que destaca por encima de las demás. Y no se trata de una corona, un collar o una espada legendaria. Se trata, ni más ni menos, de… tachán, tachán… ¡El Caldero de Gundestrup!

¿El Caldero de Gundestrup? Llamado así por la aldea homónima en donde se encontró, es una pieza única en el mundo. Y lo es por varias razones: por su antigüedad (siglo segundo a. C.), por su gran tamaño y valor (está hecho en plata de gran pureza), y por la interesante iconografía que posee. Y es que las representaciones que posee son tan diversas que son atribuibles a diferentes culturas de la época, dicen quienes lo han estudiado. En él, se observan las grandes figuras de la mitología céltica, e incluso se especula con el hecho de que pueda tener alusiones hinduistas o budistas. No me digas que no es alucinante. De hecho, es posible que fuera construido en los Balcanes, esto es, a miles de kilómetros de Dinamarca.

Reconozco que todo esto me pilló por sorpresa y por eso me quedé fascinado. Bueno, sabía que en la cultura celta el caldero mágico es un objeto venerado. Astérix y Obélix dan fe en una de sus historietas. Pero no soy experto en arqueología y no conocía la existencia de este objeto tan especial… ¿O tal vez sí? Lo que pasó fue que en realidad, había algo más. Había algo en esa pieza que se me hacía familiar y yo no lograba hacer la asociación pertinente. Experimenté durante unos instantes esa incómoda sensación de tener algo en la punta de la lengua… Mecachis… ¿Qué era lo que se me estaba escapando?

Había visto antes una imagen de ese caldero, lo que pasa es que la tenía oculta en el disco duro de mi inconsciente. ¿A ver? ¿Dónde y cuándo lo había visto? Mmmmmm… De pronto, noté cómo llegaba la información que precisaba, y experimenté un «momento Eureka», ese éxtasis que sentimos cuando encontramos algo que hemos buscado con ahínco: ¡Cernunnos! Ahí estaba, observándome.

¿Pero quién o qué diablos (nunca mejor dicho) es Cernunnos?

Te lo presento:

¿Bien? ¿Qué te sugiere la imagen? Míralo bien, tómate tu tiempo. ¿Dirías que se trata de un personaje con cuerpo humano, cuernos en la cabeza y aspecto de Ser divino?

Efectivamente, se trata de Cernunnos. Ahí estaba, observándome. Lo había visto en un libro que me habían regalado hacía años. Aquello me transportó instantáneamente a un lugar muy lejano. Más que a un lugar, a un tiempo muy lejano. Un tiempo en el que las personas vivían de otra manera.

Los mamíferos astados son animales singulares y de gran belleza, como si la naturaleza les hubiera otorgado un poder especial, ¿no te parece? ¿Tal vez hubo un tiempo en el que su imagen se asociaba a lo sagrado? Entonces, ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué pasamos de venerar su imagen a rechazarla? ¿Cómo fue devaluándose con el paso del tiempo? ¿Por qué fue asociada con la Bestia? ¿Acaso era una imagen demasiado poderosa como para permitir que fuera venerada? ¿Fue asociándose al mal a medida que la Iglesia iba haciéndose más y más poderosa?

Vamos a ver lo que se dice por ahí.

En su fascinante libro “Bailando entre llamas» (Dancing in the Flames), las terapeutas junguianas Marion Woodman y Elinor Dickson cuentan lo siguiente. Te animo a que lo leas con calma y tiento:

<<En el fondo mismo del pozo, en las profundidades del inconsciente, debajo de otras energías arquetípicas, esta el “Señor de la Danza», que suele llevar el nombre de Dios Cornudo. Se trata de Cernunnos, señor de los animales. Es Shiva o Dionisio, energías arquetípicas reprimidas por el cristianismo. La represión convirtió al Dios Cornudo en Diablo Cornudo, la raíz de todo mal. El diablo cornudo es energía tan reprimida y exiliada de la tierra que su mejor símbolo es Mefistófeles, esa criatura liviana y etérea que flota por encima de la tierra. El Diablo Cornudo es el espíritu incorpóreo que manipula, usurpando situaciones para la gratificación de sus deseos instintivos con un fin de dominio, sexual, o de otros medios. El Dios Cornudo, como señala Gary Lingen: “Es un modelo positivo para el poder masculino -liberado del patriarcado y de todos los demás modelos autoritarios-, pues al crecer y pasar por sus cambios durante la rueda del año, está en relación con, y no separado de, la principal fuerza nutricia y de la vida, la Diosa».

El Dios Cornudo es además una figura arquetípica bastante diferente de la mayoría de las imágenes masculinas, tal como aparecen en nuestra cultura. Resulta difícil entenderlo porque no encaja con ninguno de los estereotipos habituales, ni con los del hombre macho ni con las imágenes inversas de aquellos que buscan deliberadamente afeminarse. Es suave, tierno y acogedor, pero es también el Cazador. Él es el Dios moribundo, pero su muerte esta siempre al servicio de la fuerza vital. Él es sexualidad no domesticada, pero sexualidad com poder profundo, sagrado, de conexión. Es es el poder del sentir y la imagen de lo que los hombres podrían ser si se liberaran de las constricciones de la cultura patriarcal.

El Dios Cornudo, el hombre salvaje, simboliza todo lo que desdeña la persona patriarcal, porque aboca a las personas hacia el cambio, la incertidumbre, la liberación de la conformidad. Él es espontáneo, no racional  controlado; es honesto y directo, no enrevesado y manipulador; él esta al servicio de l a vida, no es una posición de domino sobre ella. Tiene confianza en su propia potencia y no necesita compensar con misiles fálicos. Es creativo, no destructivo de la tierra ni de las relaciones. Mientras que Apolo, el dios sol, convertía a las mujeres en árboles o en rocas o les hacía perder la voz, Dionisio, el dios del éxtasis y la danza, es quizás el único dios del Olimpo que le fue fiel a una mujer, Ariadna.>>

¿Y bien? ¿Qué te han parecido estos tres párrafos que acabas de leer? ¿Estás de acuerdo con las autoras? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez te ha parecido un rollazo infumable? A mí, aunque densa, me resulta una lectura muy interesante. Este libro me lo regalaron hace trece años (¡muchas gracias, Sara Buján!) pero confieso que no fue hasta hace poco que empecé a encontrarle sentido. Y cuando me encontré por sorpresa con el Caldero de Gundestrup, lo viví como si fuera una señal que me enviaba la vida. Por eso siento que está bien hablar de él en este post.

Llegado este punto, y en relación con lo que hemos leído sobre la propia imagen del Astado, me vienen a la mente, entre otras cosas, las pinturas negras de Goya, o incluso la figura de Baphomet, el famoso demonio cornudo. Dicho esto, no puedo evitar acordarme del triste destino de las mujeres (¿brujas?) que a lo largo de los siglos han celebrado akelarres, o de los caballeros templarios, perseguidos y condenados a partir de aquel fatídico viernes 13 de octubre de 1307, bajo pretexto de adorar y rendir culto al propio Baphomet.

Pero dejo este tema aquí. Hoy no toca hablar ni del Temple ni de brujería. Si tienes alguna reflexión al respecto me encantará conocerla. Mientras tanto, permíteme retomar la obra “Bailando entre llamas». Creo que está bien que comparta algo más de este libro. Voy a transcribir los dos párrafos que les siguen a continuación. A ver qué más nos dicen esta pareja de psicoterapeutas seguidoras de Jung:

<<La razón principal por al que se ha desterrado a Dionisio de nuestra cultura es que él es el dios de la muerte y la resurrección. El patriarcado, con su fe irrealista en las metas de esta vida, está fundamentado en la negación de la transformación y la muerte. No puede tolerar un dios que se muere, es decir, a un Osiris, un Dionisio. Permitir que el Dios Cornudo viva en nuestro interior significa aceptar la muerte como transformación. Significa vivir una vida encarnada, una vida en la que el espíritu espontáneo tiene la posibilidad de transformar la materia. Significa permitir que irrumpa la espontaneidad en los patrones desgastados del pensamiento y la conducta, reconociendo que estos patrones están muertos, y dejándolos morir para hacer sitio a lo nuevo.

En este viaje hacia el Sí-mismo se necesita una honestidad absoluta, por dolorosa que sea; el inconsciente no tolerará menos que eso. Uno debe estar dispuesto a afrontar muchas verdades crueles, aquellas que mantenemos ocultas de la luz del día y aquellas que nos ocultamos a nosotros mismos. No sólo tenemos que morir a una imagen falsa de nosotros mismos, sino que tenemos que cambiar nuestra vida exterior en consonancia con ello. Cambiar significa cambiar. Quizás tengamos todo el entendimiento necesario, pero si no lo encarnamos, será en vano. Quizás tengamos que morir ante nuestro trabajo, ante una relación particular, ante nuestra fe. La muerte es agonizante, solitaria, arriesgada. Tenemos que estar dispuestos a sufrir la pérdida de aquellas cosas que bloquean nuestro camino hacia la libertad. Es el Diablo Cornudo quien dice: “No, no hay un camino más fácil, un camino libre de dolor. Ven, vuela conmigo». Por el dolor de una transformación real, el Diablo Cornudo sustituirá el engaño de una adicción. En lugar de volar, primero hay que arrastrarse.>>

Uau, acojonante. Estos dos párrafos sí que me parecen telita. No quería dejar pasar la oportunidad de transcribirlos, aprovechando el tema que estamos tratando, aunque me gustaría dedicarles un post por entero a ellos dos solitos. Como digo, hay mucha tela que cortar y no quiero extenderme sobre esto en el día de hoy. Aún me queda algo muy interesante que contar. No obstante, me permito volver a repetir estas palabras del párrafo anterior que me parecen a todas luces demoledoras:

No sólo tenemos que morir a una imagen falsa de nosotros mismos, sino que tenemos que cambiar nuestra vida exterior en consonancia con ello. Cambiar significa cambiar.

Ahora mismo, tomo consciencia del impacto de estas palabras en mí. Efectivamente, el cambio debe darse a todos los niveles para que sea real. Y sí, es algo que lleva su proceso; hacen falta unos cimientos sólidos. Supongo que, en mi caso, la semilla del cambio estaba plantada hacía años y fue al ir a Copenhague y encontrarme cara a cara con Cernunnos, que algo en mi interior se activó. El primer respingo se produjo en Dinamarca. Tres semanas después, visitando la India, se produjo el segundo. Sorprendentemente, esto también me lo estaba advirtiendo Marion Woodman en el mismo libro. ¿Acaso no está todo está conectado?

Disculpa si esto que digo te resulta demasiado enrevesado o críptico. Es que no lo había planeado y ha ido saliendo conforme lo iba escribiendo. Es algo así como una suerte de escritura libre. Por si no lo conoces, es recurso muy usado en terapia. Consiste en ponerse a escribir sin ningún tipo de plan preconcebido y dejarse llevar por lo que el cuerpo quiera expresar en ese momento. Se supone que de esta manera, el inconsciente, es decir, nuestro yo más profundo, se está mostrando libremente pues se halla libre del filtro de la mente consciente racional. Por eso es algo tan recomendable hacerlo de vez en cuando.

¡Perdona mis devaneos mentales! Pero siento que está bien dejar esto aquí y no darte más explicaciones. Habrá tiempo de hablar de todo ello con calma: los templarios, Baphomet, las brujas, India, la Diosa Negra… Tiempo al tiempo. Ahora, retomo mi relato del viaje a Copenhague.

Como decía, fue muy especial la visita a Museo Nacional. Además de encontrarme con el famoso Caldero de Gundestrup, y de alucinar con la exposición vikinga y la gesta de Bjorn Ragnarson, descubrí algo curioso sobre la mitología nórdica y por tanto de su cosmovisión de la realidad. Entre las galerías de aquel Museo, entre pasillos llenos de utensilios antiguos, y piezas de gran valor arqueológico, descubrí que hay un más allá alternativo al Valhalla. En efecto, la morada de Odín no es el único paraíso al que ir después de la existencia terrenal. Aprendí que hay otra posibilidad al margen del “Salón de los Caídos”: se trata del lugar donde habita Freya, el Folkvangr. ¿Te suena? Freya es la principal divinidad femenina en la mitología nórdica. Es la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, y como tal, su hogar, el Folkvangr, es un paraíso diferente del Valhala. Literalmente, se traduce como «Campo del pueblo», y parece ser que ahí no hay lugar para la guerra, pues en un lugar de reposo. Es decir, las almas que allí habitan, no necesariamente han masacrado a otras personas. Tampoco es un lugar previo al Ragnarok, o sea, que quienes habitan allí no necesitan prepararse para el combate del fin del mundo. Sencillamente hay paz y sosiego; es el lugar donde Freya cuida y agasaja a sus habitantes. ¿Lo conocías? Venga, di la verdad, no mientas. Yo lo ignoraba por completo, lo confieso.

Así pues, éste es el pequeño secreto que no todo el mundo conoce: en la cultura vikinga, también había lugar para el amor, la paz y la calma. No todo era un esfuerzo sanguinario por conquistar y matar. Honestamente, conocer esto me sorprendió gratamente. Me hizo ver de otro modo esta cultura. Es algo así como que “No necesitas conquistar ni colonizar para alcanzar el Paraíso”. Tan fácil como que tú decides adónde quieres ir. Si en vida eliges el hacha, después, irás con Odín al Valhala. Si en vida eliges la paz, después, irás con Freya al Folkvangr. Y todo está bien. Y lo mejor es que, como lo has elegido tú, sabes que vivirás feliz por toda la eternidad. ¿Hay castigo en alguno de los dos paraísos? Para nada, tan sólo existe el tipo de disfrute que has elegido.

Y con esto me despido por hoy. Gracias por llegar hasta aquí.  En mi opinión, lo importante es disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas y del día a día, al estilo danés. El rollito Hygge mola mucho, desde luego. Además, ahora ya sabes que hagas lo que hagas, lo mejor está por venir. ¡Este es el gran secreto! ¡De nada!

¡Ah, por cierto! Ya me acuerdo. Es el personaje de Hamlet quien dice la célebre frase de Shakespeare con la que abríamos este post. Y lo hace para denunciar la podredumbre política. Resulta llamativo, teniendo en cuenta que Dinamarca es uno de los países con menor corrupción institucional. Así que lo sentimos, William, pero esta vez, te has equivocado. No pasa nada, todo el mundo comete errores. Tienes la suerte de que Freya es bondadosa, y no se lo toma a mal. De hecho, si vas a visitarla al Folkvangr, te ofrecerá con deleite elixires perfumados, exquisitas fragancias y sublimes aromas.

Lo hará para mostrarte que…

La vida vikinga, ¡la vida mejor!    

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